Sun Ra (1914-1993), ese mago del jazz cósmico que tomó su nombre artístico del dios sol de la mitología egipcia, hacía aterrizar una nave espacial en sus actuaciones. Los componentes de Shabazz Palaces, dúo de Seattle que tanto debe sonoramente a los hallazgos de Sun Ra, no descienden al escenario desde artilugio interplanetario alguno. No lo necesitan: Ishmael Butler (icono que fue de Digable Planets) y su compinche Tendai Maraire (quien con el congoleño-americano Hussain Kalonji forma a la vez Chimurenga Renaissance), multiinstrumentista que ancla sus orígenes en Zimbabue, son dos alienígenas con residencia en la Tierra. El domingo llegaron al Centro Cultural Manuel Benito Moliner, en Huesca, como escapados de una fiesta de George Clinton, para facturar un concierto fascinante, de esos que no se ven muy a menudo.

Shabazz Palaces trajo en la maleta como ingrediente principal sus álbumes más recientes (Quazarz: Born on a Gangster Star y Quazarz vs. The Jealous Machines), aunque la presentación fue más allá, nominal y artísticamente, de esas obras. Shabazz Palaces, para que se ubiquen, es un dúo de rap abstracto, pero una vez más la taxonomía hace aguas. Así que aunque asumamos la abstracción como elemento corporativo, debemos hablar más apropiadamente de experimentación. Mas, ¿de qué hablamos cuando de experimentación hablamos? Lo de Butler y Maraire es un universo en expansión que ancla sus reales en el afrofuturismo de finales de los años sesenta, en el hip hop más heterodoxo y en la africanía tribal, armando una propuesta cosmológica multirreferencial, pero tan propia como sólida. Aquí no se trata de pegar esto con aquello y darle un poco de lustre, no; Shabazz Palaces crea algo diferente; no esconde las referencias, pero tampoco ofrece un pastiche.

Complementado su directo con unos bien elegidos visuales (todo un repaso a la mitología presente y pasada), el dúo ofreció el domingo una actuación arrolladora. Para mayor abundancia, Maraire se trajo instrumentos de percusión reales, acentuando más el componente de las raíces negras y el diálogo entre lo orgánico y lo sintético. Sin solución de continuidad, Shabazz Palaces no solo rompió el ya de por sí abierto esquema de sus álbumes: dinamitó también no pocos clichés de los directos. Fuimos abducidos por su música desde el primer minuto del concierto, y solo cuando al final de la actuación salieron a firmar discos y camisetas comprobamos que Butler y Maraire eran humanos. Bueno, la verdad es que, mirándolo bien, no estoy muy seguro de eso.