Como un general paseando medallas en un desfile militar, la obra teatral Agosto llega hecha película a la cartelera con unas referencias francamente imponentes: un premio Pulitzer, un guion adaptado por el propio autor del texto original, Tracy Letts, y un reparto repleto de actores multipremiados con el que cualquier director solo se atrevería a soñar.

Si usted ha tenido ocasión de ver la más reciente adaptación previa de un texto de Letts, Killer Joe (2011), y por tanto ha sido testigo de esa climática escena en la que Matthew McConaughey obliga a Gina Gershon a practicar una felación a un muslo de pollo rebozado, entonces ya sabe cuánto le atraen al celebrado dramaturgo, y también actor, los universos miserables. Para crear el de Agosto sin duda se inspiró en dramas familiares esenciales del teatro del siglo pasado como Largo viaje hacia la noche, Un tranvía llamado Deseo, Muerte de un viajante o ¿Quién teme a Virginia Woolf? El resultado dibuja el sombrío retrato de un extenso clan que se reúne para celebrar un festival de recriminaciones e insultos, airear oscuros secretos y romper unos cuantos platos, y en el proceso permitir que sus intérpretes presenten su candidatura al Oscar.

Escondidas entre tanto grito, tanto lloro, tanta lección no aprendida y tal cantidad de escabrosas revelaciones -adulterios, incestos, paternidades confusas-- que haría palidecer incluso a un culebrón venezolano, Agosto encapsula tres o cuatro verdades sobre la capacidad para la crueldad que la institución familiar posee y, en general, sobre la imposibilidad del ser humano para mantener relaciones duraderas saludables, ni con sus parientes o amantes ni consigo mismo.

EL CREADOR DE 'URGENCIAS'

Dirigida por John Wells, conocido principalmente como creador de la teleserie Urgencias, la película se abre con Sam Sheppard. «Mi mujer toma pastillas, yo bebo», confiesa en la piel de Berverly Weston, un poeta que vive, es un decir, en una descuidada granja de Pawhusca, Oklahoma, el mismo lugar que durante las dos horas siguientes alojará muchos otros ejemplos de patología doméstica. Inmediatamente después hace su tambaleante entrada su esposa Violet (Meryl Streep). Minutos después, el patriarca ha desaparecido, y poco después descubrimos que se ha suicidado. Y desde entonces, escena a escena, iremos entendiéndole cada vez mejor por haberlo hecho. Tal vez incluso le tengamos envidia.

Violet sufre cáncer de boca, tal vez a causa de su costumbre de vomita exabruptos cada vez que la abre. Tras la llegada a la casa de sus tres hijas -un cínica infeliz (Julia Roberts), una santurrona (Julianne Nicholson) y una cabeza de chorlito (Juliette Lewis)— con sus respectivos seres queridos, la mujer empieza a poner en funcionamiento su arsenal de críticas, burlas, humillaciones y obscenidades cual tornado que escupe chatarra a su paso. Contemplarla dirigiendo miradas asesinas, o lanzando al aire risotadas vulgares, es todo un espectáculo.

Su gran adversario es sin duda la cínica infeliz, Barbara, cuya otra familia también es un cuadro: su marido (Ewan McGregor) ha decidido poner fin al matrimonio y su hija adolescente (Abigail Breslin) no ve el momento de marcharse con él. Pero lo que más amarga a Barbara es darse cuenta de que se parece a su madre mucho más de lo que quisiera.

A medida que la larga y agotadora noche envuelve la casa como una niebla húmeda, la sal será derramada sobre heridas emocionales de infancia, los resentimientos fraternos saldrán a la superficie y Violet, con o sin sus enormes gafas de sol, con o sin la peluca negra que usa para esconder los efectos de la quimioterapia, les lanzará a todos un histriónico chorro de veneno. Especialmente durante una cena aparentemente interminable en la que los comensales se muestran más interesados en morderse histéricamente los unos a los otros que en hacer lo propio con la comida de la mesa, y en la que algunos vínculos quedan irreparablemente fracturados.

A MODO DE VENGANZA

Al final, aquellos que llegaron a Pawhusca, Oklahoma, creyendo que su misión era localizar a Beverly y evitar que Violet perdiera el control por completo comprenden que la matriarca de la familia en realidad ha usado esa reunión a modo de venganza, castigando a su progenie hasta que todos ellos, uno a uno, se arrojan al interior de su coche y se alejan a toda velocidad como quien huye de la escena de un asesinato, condenados al infierno por el mero hecho de haber visitado esa casa. Contemplando Agosto, uno se siente afortunado de tener la familia que tiene, por muy disfuncional que esta sea.