Como ya estamos viendo a escala doméstica -casos de Yesa, y otros pantanos, regadíos, el denostado impuesto, etc.- el agua va a ser uno de los grandes problemas del siglo XXI. Zaragoza fue y es una ciudad ahorradora de agua -aunque el consumo creció en 2016, seguimos por debajo de la media de consumo nacional, 99,8 litros por habitante y día frente a los 132 nacionales- y aprovechando la celebración del Día Mundial de Agua, el ayuntamiento ha presentado una nueva campaña para seguir ahorrando y modificar hábitos.

Una de las medidas más rompedoras es la que sustenta el lema «en Zaragoza, mejor del grifo», que cuenta con la colaboración de las asociaciones de restaurantes y bares, por la que se pretende fomentar en este consumo en los establecimientos hosteleros. A falta del diseño definitivo, ya se pueden ver las botellas de la campaña en más una veintena de ellos.

Pues el agua que sale de nuestros grifos no es mala, en contra del sentir general. Lo demuestra su origen, los análisis pertinentes e incluso catas profesionales que se han celebrado, dejando a nuestra ciudad con un notable alto frente a otras. Sí es cierto que mejora tras un ligero reposo, pero incluso su mineralidad es beneficiosa para la salud el ciudadano.

Cada cual es libre de beber lo que quiera, incluso agua. Pero como en el resto de nuestros actos de consumo, estos no son inocentes y cada cual debe asumir su parte de responsabilidad. Y deben ser las administraciones las que garanticen un suministro respetuoso y sostenible del preciado líquido, que la ciudadanía no debería derrochar.

De momento, ya se podrá ir pidiendo agua del grifo en barras y mesas de la ciudad, lo que no debe resultar un hándicap para el sector, como así se ha visto merced a la colaboración de las asociaciones del sector. Otro asunto, todavía pendiente, una vez resuelta la ingesta, es su retorno al vertido público donde los bares prestan un esencial servicio, poco valorado por esa misma administración.