-Ha pasado siglo y medio de la publicación de ‘Moby Dick’? ¿Qué tiene para que siga siendo tan actual?

-Creo que es precisamente la base del espectáculo que estamos haciendo, que es el capitán Ahab; ese personaje está a la altura de los grandes héroes de la literatura universal, sea un Edipo, un Ulises, un Hamlet o un Otelo. Yo creo que a través de él el espectador se engancha a la novela.

-¿Cómo es su Ahab? ¿Qué aporta usted al personaje?

-Le aporto mi físico, mis ganas, mi aspecto... y también mi visión personal. Al principio de la novela, cuando uno de sus marineros le dice «Pero usted está loco», él responde «No, no estoy loco, yo soy la locura enloquecida». El mismo se define como la auténtica encarnación de la locura y podíamos decir que la encarnación del egoísmo, del mal y del tratamiento dictatorial hacia sus hombres. Es un hombre que se siente humillado por esa herida que un día le causó la ballena que se le comió una pierna. Eso le ha provocado un enorme sentimiento de venganza, que se ha ido convirtiendo en obsesión y en locura. Cuando Ahab sale a la mar lo hace con un propósito que solo conoce él, de interés personal de matar a la ballena blanca. Sabe que únicamente va a cumplir su venganza personal y para eso es capaz incluso de llevar a la muerte a toda la tripulación. Ese es el capitán Ahab tal y como está en la novela y es el que yo intento que el público que no solamente vea encima del escenario, si no que también llegue a entenderlo un poquito. Porque tiene algo de eso que tienen los grandes personajes, que siendo un personaje negativo, un egoísta y un loco, tiene una madera de héroe, que hace que tengamos hacia él una cierta empatía. Y esa dualidad del malo maligno y el héroe admirable es lo que crea una atracción admirable hacia ese personaje.

-¿Qué ha sido más difícil la adaptación física o psíquica?

-La física ha sido difícil porque es un hombre que lleva una pierna postiza. Los primeros meses cada función era un auténtico sacrificio. La pierna postiza que habíamos creado llegó a producirme lesiones y hubo que aligerarla. Ahora físicamente ya tengo el personaje dominado y la parte psíquica es la peor. Es un ser que al empezar el espectáculo, lo primero que hace es lanzar un grito brutal, un grito que le sale de las entrañas. Y ese grito, al máximo volumen y con el máximo desgarro a lo largo de la hora y media de la función no hace más que ir creciendo.

-Todos tenemos nuetra propia obsesión, nuestra Moby Dick.

-Sí, por su puesto. Pero cuidado. Si me pregunta cuál es mi ballena blanca, ¿lo hace en el sentido de cuál es mi objetivo a alcanzar o cuál es mi objetivo a destruir? Porque la ballena blanca es el objetivo a destruir. El capitán Ahab ve en ella la encarnación de todos los males de la humanidad. Y por un efecto espejo se ve a si mismo como el salvador de todos los males.

-Su objetivo a alcanzar.

-No lo sé... Voy camino de los 75 años y 50 años de profesión. Estoy encantado y feliz con la carrera pero siendo sincero mi objetivo a alcanzar es descansar un poquito, ir bajando mi nivel de trabajo. Hay mucha gente que con mi edad lleva ya diez años jubilado. Yo ni siquiera he hecho un trámite pero creo que ya es momento de empezar a pensarlo. También es verdad que digo esto porque hacer Moby dick agota tanto que es lo que te lleva casi a pensar en un futuro descanso. Pero no es ninguna queja, hacer el capitán Ahab ha sido un premio de 50 años maravillosos porque estamos haciendo una gira brutal y llenando a tope todas las teatros con el público ovacionando.

-No para de trabajar. ¿No sabe decir que no?

-(risas) Si, sí, sé decir que no. Soy de los que dice que no muchas veces, pero tengo una voluntad débil. Digo que no y lo digo convencido y entonces empiezan conversaciones en las que dicen tienes que hacerlo tú, eres el actor ideal o te hacen chantaje, y te dicen si lo haces tú el proyecto tiene visos de viabilidad...Y entonces uno termina por complacer a los demás diciendo que sí, pero no por placer propio. Tengo una suerte y una desgracia y es que las ofertas que me llegan son todas muy buenas. En el último año, por ejemplo, solo he hecho el Moby Dick, pero llegué muy cansado porque el anterior hice la gira de Socrates, dos series de televisión y cuatro películas, osea, una barbaridad.

-Hablemos de la situación política de Cataluña. Usted se mostró contrario al ‘procés’. ¿Se arrepiente de ese paso hacia delante o cree que era necesario?

-No, no me arrepiento. Me gusta que quede muy claro que yo respeto la voluntad de parte del pueblo catalán que quiere su independencia y lucha siempre de los cauces legales y legítimos que le permita la Constitución, las leyes, lo que sea. Es legítimo pero yo no estoy por esa necesidad, no tengo ningún sentimiento ni independentista ni soberanista. Pero tengo derecho a mi libertad de expresión y me reafirmo en que la forma en la que se está llevando últimamente el camino de esta consecución de una hipotétcia independendencia no me gusta nada y el comportamiento, las expresiones y la actuación de muchos de los (y no me gusta la palabra) líderes independentistas y de muchos cargos institucionales indepentistas que no hacen más que alentar fuegos que no conducen a ninguna parte, me parece condenable y lo digo sin ningún miedo.

-La situación cada vez parece más enrevesada.

-Yo soy de los que creo en la vía del diálogo. Vamos a ver si es el entendimiento a través de una reforma de la Constitución que creo que es absolutamente posible y hay que abrir ese melón que nadie se atreve a abrir. Pero los acontecimientos me hacen pensar que hay gente que no quiere eso de ninguna manera y me refieron al campo independentista, porque hay una serie de personas que piensan que cuanto peor mejor y están forzando las cosas para llegar al límite de una situación peor.