La cita es en el Pabellón Príncipe Felipe. Cientos de personas se amontonan frente al escenario. Los pisotones no importan, ni tampoco los empujones, ni los codazos que te está dando la chica de al lado. No hay dolor si se trata de ver a tu ídolo. Otras muchas, las que prefieren un poco más de tranquilidad, optan por sentarse en la gradas.

En cuestión de medio minuto el murmullo generalizado que domina el lugar se convierte es un estruendo de locura y alegría. Multitud de aplausos y silbidos de emoción se mezclan con gritos de pasión desenfrenada. ¿El culpable de todo este delirio? Alejandro Sanz.

Vestido con unos pantalones y camisa vaqueras de color gris y camiseta negra algo entallada, el cantante madrileño de acento andaluz hacía su aparición a las 9.35 horas. Doce x ocho , una de las canciones de su último trabajo Quisiera ser , fue el tema elegido para arrancar su actuación. A ésta le siguieron No es lo mismo y Cuando nadie me ve . Para entonces el cantante ya se había metido al público en el bolsillo.

Un total de 8.000 personas asistieron al concierto del artista ganador de cinco Grammys Latinos en la pasada edición de estos premios. Se vendieron más de 7.500 entradas y se repartieron alrededor de 500 invitaciones. A pesar de que el Pabellón Príncipe Felipe no llegó a su aforo máximo, con capacidad para 9.000 personas, el público asistente se entregó al cantante.

Acompañado de un grupo de doce músicos, un Alejandro Sanz totalmente entregado que, entre canción y canción, se dirigía al público, hizo alarde de su gran energía sobre el escenario para el disfrute de sus fans. "Es mi cantante favorito, estoy muy contenta de haber venido" afirmaba ayer Laura, una chica de 13 años que estaba en el concierto con una amiga y su madre.

Dos pantallas laterales de gran tamaño acercaban la figura del cantante a aquellos que estaban más lejos. "No me importa estar en las gradas, con escucharle y saber que está ahí me basta" explicaba María Gómez, una joven de 23 años.

Como antesala de Alejandro Sanz, el público disfrutó de la actuación de Sin Bandera. Su concierto, de escasos veinte minutos, dejó vía libre al espectáculo de luz y sonido de Alejandro Sanz .