La otra película que cerró la competición con nota alta fue Leviathan, del ruso Andrey Zvyagintsev. Como en sus obras previas, el director se acerca a un ser desesperado y atrapado en un mundo que escapa a su control. Relee el Libro de Job para retratar a un hombre corriente que debe luchar con su fe, que en este caso no es en Dios sino en Rusia. Aunque a menudo divertida, es demoledora en su retrato de un país podrido, en el que los políticos tienen los bolsillos llenos y las manos manchadas de sangre, la iglesia ortodoxa se conchaba con el poder y el vodka convierte a los hombres en guiñapos.