Escribió el poeta Ángel González en El otoño se acerca: «Se diría que aquí no pasa nada, pero un silencio súbito ilumina el prodigio/ha pasado un ángel que se llamaba luz, o fuego, o vida». Aquí la luz la ponen las palabras y el fuego las músicas. Juntas, la vida.

Benjamin Clementine. I Tell A Fly (Barclay/Universal). En su disco de debut (At Least For Now, 2015) el poeta y músico británico desplegó un abanico de lirismo y desesperación. Ahora, en su segunda entrega, Clementine oferta un trabajo repleto de contrastes musicales y argumentos diversos. Juegos de voces, efectos electrónicos, y estructuras heterodoxas conforman un compendio sonoro que atiende más al fragmento que a la continuidad. Es un espléndido disco oblicuo, con piano clásico y todo, en el que se abordan asuntos tristes con partituras alegres, y que va del grito a Bowie sin olvidar el elemento teatral.

St. Vincent. Masseduction (Caroline / Music As Usual). Annie Clark, de Texas, usa el heterónimo de St. Vincent para sus asuntos artísticos. En su quinto álbum en solitario derrocha talento para dar cuerpo a unas canciones con arreglos poco convencionales y un armazón que pasa por el funk, el art-rock, el pop, la electrónica y la experimentación. A veces la cosa suena Prince y otras asoman estructuras hip hop. Hay cadencias baladistas y detalles que podría haber firmado Pink Floyd. Hay tela para cortar, vaya.

Jorge Drexler. Salvavidas de hielo. (GASA/Warner). Alrededor de la guitarra, percutida, a veces, y sus variedades (jarana, leona, guitarrón) ha armado Jorge Drexler su (gran) disco más reciente. En tres piezas diferentes cuenta con Mon Laferte, Natalia Lafourcade y Julieta Venegas, y en todas las que componen el disco, con toneladas de inspiración. Ritmos latinos, estribillos pop, blues, tonos brasileños y un homenaje a Sabina dan forma a este Salvavidas de lujo. Drexler escribe (letra y música) con la precisión del cirujano y el arrebato del poeta. Pues eso.

LCD Soundsystem. American Dream (Sony). La banda de Brooklyn creada por James Murphy se retiró en 2011, regresó a los escenarios en 2016 y un año después edita este atractivo sueño americano, su cuarto álbum. Tiene un arranque algo épico, y usa con garbo a los hallazgos de los años 80, aunque con herramientas actuales, claro. Inevitable no anotar los guiños a Bowie, las miradas a The Cure y, muy especialmente, la relectura de los excelentes Talking Heads. O sea, una vuelta atractiva y revoltosa .

Matías Aguayo & The Desdémonas. Sofarnopolis (Crammed/Karonte). Músico electrónico, nacido chileno y crecido en Alemania, Matías Aguayo se presenta ahora con grupo. El conjunto de la apuesta retoma a Can, a los epígonos punk, el tropicalismo, el primitivismo y los ambientes post Twin Peaks. Un álbum ecléctico pero que construye un cosmos que propone una sugerente fantasía distópica.

The War On Drugs. A Deeper Understanding (Atlantic). La banda ha aumentado su personal para este disco de rock de ascendencia clásica con sonido redondo, muchas texturas y matices y búsqueda del tempo y el climax. Cuidada producción y demasiada pulcritud. Se dice que The War On Drugs es el nuevo rock norteamericano; pues no: es muy canónico y poco experimental. Tiene una cierta ampulosidad que se desinfla hacia el final del recorrido.

Elliott Murphy. The Prodigal Son (Taylor/Everlasting Popstock!). Siempre solvente, Elliott nos ofrece aquí un viaje centrado en la profundidad del blues y el gospel, dejando para otra ocasión el rock más enérgico. Hay coros y violines en un puñado de canciones realmente hermosas.

Bomba Estéreo. Ayo (Sony). Los colombianos debutan en compañía multinacional con un quinto álbum algo irregular que enreda las raíces con la electrónica tropical a golpe de cumbia, champeta criolla, pop y reguetón. Las flautas de millo dan la nota más folclórica, y los invitados Balkan Beat Box, el toque distintivo.

Thelonious Monk. Complete 1954-1962 Studio Solo Recordings (Essential Jazz Classics / Distrijazz). Al hilo del centenario del nacimiento de Monk y del homenaje que le tributará el Festival de Jazz de Zaragoza recuperaramos esta edición (tiene algunos meses) de sus grabaciones solo piano. Incluye tomas alternativas y ofrece la versión más antigua de Pannonica. El mago del ritmo y la armonía, en estado puro.