En 1972, después de acumular Grammys y números uno, Aretha Franklin decidió volver a sus raíces y grabar un álbum de góspel; y quiso hacerlo en directo, en una iglesia y con público. Sydney Pollack, asimismo, fue contratado para rodar una película sobre aquellas dos noches de concierto. De ellas resultó Amazing Grace, el disco más exitoso de la diva y el más vendido de la historia del género. Y la película, de la que nada volvió a saberse durante casi cinco décadas, fue estrenada ayer en la Berlinale.

El motivo de tanta tardanza es que durante el rodaje no se usaron claquetas, necesarias para sincronizar imagen y sonido en la sala de montaje. Las técnicas modernas de edición, es cierto, permitieron que en el 2015 la película ya estuviera lista para ver la luz; pero la propia Franklin lo impidió. Habrá quien piense que estrenarla ahora que la cantante ha muerto es una traición a sus deseos pero, al verla, una cosa ha quedado clara: cualquiera de los estribillos que oímos en Amazing Grace merece más premios que todas las películas presentadas este año en el concurso juntas.

¿QUIÉN GANARÁ HOY?

A solo unas horas de hacerse público el palmarés, lo más parecido a una obra merecedora del Oso de Oro ha sido So long, my son. En ella, el chino Wang Xiaoshuai lleva a cabo un poderosísimo alegato sobre los estragos causados por el proceso de modernización de China en las familias. Menos posibilidades tiene Ondog, hermoso retrato de la vida en la estepa mongola de Wang Quan’an; es posible que el jurado acabe optando por premiar títulos de mayor vocación política, como el melodrama antipatriarcal Dios existe, su nombre es Petrunya o como Gracias a Dios, el fallido drama de François Ozon sobre la pedofilia.