Recrear un mundo controlado por un victorioso régimen nazi, incluyendo el mismo EEUU, es un escenario de pesadilla con numerosos antecedentes: quizá la pieza central de esta tradición es El hombre en el castillo (1962); la novela de Philip K. Dick en la que Japón controla la costa Oeste de EEUU y los nazis el resto del país, con una tierra de nadie en las Rocosas, aunque los oráculos del I-Ching y un misterioso libro dictado por ellos dicen que la realidad no es esa, sino la que el lector conoce. Algunos estadounidenses que temen que la presidencia de Donald Trump acabe siendo una pesadilla aún mucho peor de lo que ya es, están volviendo la vista a este tipo de literatura. Aunque lo de asimilar a Trump con el nazismo sea un paralelismo al que todavía se resistan: entre los libros que han experimentado un repunte de ventas están sobre todo aquellas ficciones en las que el aislacionismo, el autoritarismo, el racismo y la demagogia que promete soluciones fáciles y mano firme (¿les suena?) acaba llevando a un régimen autoritario. Desde la lejana y preventiva No puede suceder aquí, de Sinclair Lewis (1935), a la más reciente Conjura contra América, de Philip Roth (2004).

Sin embargo, algo sucede (puestos a imaginar pesadillas, hagámoslo a lo grande) para que la semilla de Philip K. Dick siga siendo fértil e inspirando obras de ficción: en las últimas semanas se ha estrenado (Amazon Video) la segunda temporada de The man in the high castle, la libre adaptación de la novela del escritor de ciencia ficción que se tradujo en España como El hombre en el castillo y se han publicado dos libros que se desarrollan en situaciones inspiradas directamente en la obra de Dick: Estados Unidos de Japón, de Peter Tieryas (Nova), y El plan Madagaskar, de Guy Saville (Ediciones B).

ADAPTACIÓN LIBRE

Frank Spotnitz, el creador de la primera y segunda temporadas de The man in the high castle, ha introducido sustanciales divergencias respecto a la novela original. Si en la primera el foco está centrado muy claramente en los Estados del Pacífico ocupados por Japón, y la tensión con el Gran Reich, en TV la atención se reparte a partes iguales entre japoneses y nazis. Las alusiones al Holocausto contra la población judía y negra de América y África son más explícitas, el libro El saltamontes se ha posado que ha escrito el misterioso hombre del castillo y que describe como si fuese una realidad alternativa nuestra realidad histórica pasa a ser películas de noticiarios con imágenes de los Aliados victoriosos que dan aliento a la Resistencia… Las intrigas entre los jerarcas nazis para suceder a un anciano Hitler en 1962 en la nueva capital del Reich, Germania, conectan la serie con la Fatherland de Robert Harris (1992), mientras las imágenes de una Times Square llena de luminosos con la esvástica o de la ceniza que cae en medio de los campos del Medio Oeste desde las chimeneas de un supuesto hospital, ante la indiferencia del sheriff local, son golpes destinados a inquietar en cada escena.

En el caso de Estados Unidos de Japón, situado en una Costa Oeste sometida a un emperador aún divinizado, nos encontramos en el mismo continente partido en dos que imaginó Dick, pero con robots gigantescos masacrando norteamericanos y la Kempeitai, la genocida policía militar imperial, dominándolo todo. El norteamericano de origen surcoreano Peter Tieryas admite que la obra de Dick ha sido para él «más que una influencia personal».

LA REACCIÓN

El libro de Tieryas apareció hace un año en EEUU, cuando una victoria de Trump era aún una hipótesis. «Sé que la mayoría de las noticias políticas son desoladoras», dice, pero explica que no se deja llevar por el derrotismo. «La parte buena es que hay un profundo anhelo por parte de la gente de aprender más desde una perspectiva literaria, intelectual y filosófica, que el sistema americano de controles y equilibrios está desempeñando un papel fundamental, y que se está despertando una profunda concienciación. La policía del pensamiento trata de restringir y controlar, y afortunadamente está sucediendo lo contrario».

En el caso de Guy Saville, una línea de El hombre en el castillo, la que hablaba de «el experimento nazi en África», fue suficiente para disparar la chispa de la que salió la trilogía que empezó con El Reich africano y prosigue ahora con El plan Madagaskar, en el que se exponen las consecuencias de la primera opción que teóricamente barajaron de los nazis para la erradicación de los judíos de Europa. Deportarlos en masa para que se consumiesen en la gran isla del Índico, mientras que a las poblaciones negras de todo el continente les espera la esclavitud, o algo peor. Sí, el libro de Saville sucede lejos de EEUU. Pero de nuevo, en una historia alternativa en la que América forma parte de un sistema totalitario.

«Creo que las historias alternativas son cuentos de advertencia», señala Saville. En este sentido, apunta, no le sorprende que la victoria de Trump haya desencadenado «un interés en la ficción distópica». «Mi libro —añade— es un recordatorio oportuno de los peligros del aislacionismo estadounidense. Muchos acontecimientos que describo —la conquista de África, el exilio masivo de los judíos— dependen de que EEUU no se involucre».