Si hubiera sobrevivido, Ana Frank tendría ahora 90 años. Desde que se publicara su célebre diario donde vertió sus inquietudes adolescentes y su desconcierto frente a la barbarie del nazismo, se convirtió en un símbolo. ¿Pero conocen las nuevas generaciones a Ana Frank y lo que realmente significó la Shoah?

Es lo que se plantearon Sabina Fedeli y Anna Migotto a la hora de abordar el documental Descubriendo a Anna Frank. Historias paralelas, que se estrena este viernes en Sala Virtual de Cine, Movistar+, Vodafone, Rakuten TV, Apple TV y Google Play. ¿Cómo conectar el pasado con el presente y acercarlo a la sensibilidad actual? Ese es el impulso que subyace tras este trabajo de revisión histórica que, por un lado, intenta perpetuar el recuerdo del Holocausto y, por otro, buscar las huellas de ese horror en un mundo azotado por el racismo, las políticas antiinmigratorias y el auge de la extrema derecha.

Está sucediendo en Europa y en Estados Unidos. Tendemos a olvidar los grandes males de la historia, y por eso es necesario volver a contarlos y relacionarlos con el momento actual para mantener viva su memoria, para que la conozcamos y nunca se repita, cuenta Anna Migotto a 'El Periódico de Catalunya', tras reconocer que la tragedia de la inmigración, de los refugiados, ha sido uno de los motores que le impulsaron a recuperar la figura de Ana Frank y contar su historia desde una perspectiva diferente.

Las dos cineastas, que proceden del ámbito periodístico y han sido especialistas en conflictos bélicos, utilizan dos ejes para vertebrar el relato, por un lado, Helen Mirren, que se encarga de leer algunos fragmentos del diario con su portentosa dicción y oratoria, y por otro, Martina Gatti (SKAM Italia), que interpreta a una adolescente que busca las huellas de Ana Frank a través de un viaje tanto físico, introspectivo como digital, ya que a través de las redes sociales compartirá sus experiencias y descubrimientos. Ana escribió de su vida como ahora lo hacen las chicas a través de imágenes en Instagram. Solo que ella tenía un punto de vista político de lo que estaba ocurriendo. Fue la Greta Thunberg o la Malala Yousafzai de su tiempo, continúa Migotto.

En medio de estas dos intersecciones, toda una polifonía de voces, las de esas niñas de la edad de Ana que, convertidas ya en ancianas, relatan en primera persona su pesadilla en los campos de concentración. Y hay un último nivel de transmisión: el de los descendientes de cuarta generación que toman conciencia de su propia identidad.

Las responsables de este delicado trabajo tienen claro que el arte puede ser una respuesta al horror. Lo demostró Ana Frank a través de sus escritos y en el documental hay muchos testimonios que lo confirman, como el de una de las supervivientes, que recuerda cómo cantar a Édith Piaf era lo único que la consolaba cuando creía que iba a morir, o cómo la pintura se convirtió en una forma de exorcizar fantasmas para Helga Weiss. A su lado, el nieto de Arianna Szörenyl (autora de Una bambina ad Auschwitz) muestra orgulloso un tatuaje con el número que marcó el destino de su abuela. Y la joven violista Francesca Dego utiliza su música para apelar a sus raíces y honrar el legado de su familia. El dolor no se olvida, solo se transforma.