EL SUMILLER DE QUEIPO DE LLANO

David Giménez

Fragolino

Parece que David Giménez Alonso le ha encontrado el gusto a las historias por entregas. Si hace un par de años aparecía El barbero de Hitler, ahora lo hace El sumiller de Queipo de Llano, sin duda su directo y legítimo sucesor. Ambos relatos comparten muchas características: los dos se definen como culebrones: ario el primero, franquista el que ahora se publica. Y tanto el uno como el otro fueron asomando capítulo a capítulo en el perfil de Facebook del autor, constituyendo de este modo verdaderas novelas por entregas pero en versión 2.0, por lo menos. Ahora, la editorial Fragolino ha recogido toda la historia en una edición de bolsillo muy conseguida.

Pero no son los anteriores los únicos rasgos comunes de ambos culebrones: en El sumiller de Queipo de Llano reina también el humor irreverente y satírico de su autor, que aprovecha para reírse y hacer reír de convenciones, situaciones, planteamientos, nudos y desenlaces. El propio argumento parte ya de una propuesta estrambótica: a instancias de su esposa Genoveva, el militar franquista Queipo de Llano decide contratar un sumiller que cuide y maneje los vinos de su mansión.

Nótese que tanto el general como su mujer son personas reales, lo mismo que Millán Astray, Francisco Franco o Carmen Franco, que también aparecen. Pero para regocijo de los lectores se convierten en títeres de cachiporra, caricaturas envueltas en una trama flagrantemente absurda, con el sumiller francés del título como perplejo testigo ante este particular Callejón del Gato.

Con todo rasgo de verosimilitud abolido, El sumiller de Queipo de Llano le sirve además al autor para repasar temas de inmediata actualidad -además de los citados, salen también Nicolás Maduro o Pablo Iglesias-, en una crónica que solo se puede disfrutar plenamente si se abandona cualquier atisbo de seriedad. Ni falta que le hace.