--La novela se articula en torno a la pregunta '¿hasta dónde llegarías para cambiar el mundo?'. ¿Es una pregunta que deberíamos hacernos?

--Estamos en el momento de hacernos esta pregunta a sabiendas de que nos va a exigir un sacrificio y una entrega superior pero hay un momento en la historia de todas las civilizaciones en el que hay que pegar un puñetazo en la mesa.

--Es una novela muy atada al presente. Youtube, Twitter, el fenómeno 15M... aparecen en ella...

--Al igual que la problemática es actual, el envoltorio también tenía que serlo para que resultase creíble para los lectores y hoy en día las redes sociales forman parte de nuestra vida cotidiana. Además me ha hecho ilusión especialmente integrar las redes sociales en la trama misma como medio de difusión del juicio final, de los asesinatos rituales que empiezan a suceder.

--Tras la actualidad que muestra, ¿qué se esconde?

--En el caso de Edén he dado un paso más allá y he buscado la reinvención social. Creo que ya nos hemos encontrado todos a nosotros mismos y ahora es el momento de darnos la mano y caminar juntos para construir un edén único, y ese es el reto.

--¿Por qué Brasil como contexto?

--Porque representa con unos contrastes apabullantes lo mejor y lo peor de la civilización actual. Tiene todos los activos que querría poseer cualquier país: recursos naturales, innovación tecnológica, espíritu emprendedor... y al mismo tiempo padece una inseguridad que se palpa a nivel de calle, una desigualdad terrible. La falta de sostenibilidad del planeta de este edén tan frágil en el que vivimos se representa en la Amazonía deforestada.

--Ha estado en dos ocasiones en Brasil, ¿qué hay de real y de ficción en la novela?

--Todos los horrores que aparecen en la literatura, casi con toda seguridad, son ciertos. En el caso de Edén, desde la cacería humana con un billonario degenerado persiguiendo a un niño nativo en las primeras páginas hasta toda la fotografía que se lleva a cabo de la corrupción institucional del país, están basados en noticias documentadas.

--La novela tiene una narrativa muy cinematográfica. ¿Es algo consciente?

--Todo lo que en mi cabeza no se imaginaba con pulsos o cadencias de cine lo eliminaba. Incluso la forma de redactar la acción está concebida con travellings y contrapicados, como si escribiera cámara en mano.

--Recuerda a una película de Hollywood.

--Es un best-seller como categoría que está escrito para gustar a todo tipo de lectores. Edén, además de la parte aspiracional de reinvención social, lo primero que ofrece es entretenimiento puro.

--Sus facetas como viajero, músico y conferenciante, ¿cómo le ayudan para enfrentarte al proceso?

--Tanto los viajes geográficos como los viajes interiores que he desarrollado en soledad o compartidos a través de las conferencias de crecimiento personal y los viajes literarios no tienen límites claros porque todos alimentan al resto. En este caso, lo que puedo asegurarte es que Edén integra todo el crecimiento personal de mis conferencias, todas las expediciones a las geografías más exóticas y al mismo tiempo todos los dilemas que planean en nosotros día a día y que de una vez por todas necesitan respuesta.

--¿Las respuestas de ese cambio se encuentran en la novela?

--En la novela se plantean dilemas muy radicales frente a los que los personajes se posicionan de forma muy enérgica pero no son las únicas respuestas que caben. Todos nosotros somos seres creativos y solo falta pasar a la acción para llevar a cabo el emprendimiento social.

--Sus ficciones tienen mucho de realidad.

--En El guardián de la flor de loto fabulé con las revueltas tibetanas y estallaron tres meses después. Con El haiku de las palabras perdidas hice ficción con los conflictos entre la energía nuclear supuestamente limpia y los carbonos contaminantes y al cabo de 15 días de terminar el manuscrito ocurrió el tsunami y el cierre de todas las centrales. La gente me dice que soy un visionario y no, lo que pasa es que he conocido de primera mano el escenario. Ahora hay un anhelo de juicio final que se plasma en el libro.