-Elsa alcaldesa, los de FemiVox han vuelto a presentar una querella contra el ayuntamiento. Denuncian que el escudo de la ciudad no ha incorporado ni el tono ni la proporción exacta de morado reglamentario.

Elsa lanza un suspiro que acompañaría con un grito si no temiera traicionar su eterna sonrisa de mujer normal y esa imagen dialogante y buenrollista. Pero es que esos tipos la superan. Desde su despacho puede oír los gritos de la manifestación. Pura repetición de las consigas que ayer noche proclamó FemiAbascal en el plató de televisión donde coincidieron: «Vamos a devolver la pureza al feminismo», «La reconquista feminista», «España una y morada», «Antes rota que machista».

La historia está llena de giros inesperados de guion. Por ejemplo, el que la convirtió a ella misma en alcaldesa. Pero el que ha experimentado el machirulismo es chocante. Aunque bastaba con pensar fríamente para haberlo considerado. Al fin y al cabo, ellos siempre tienen razón. Ellos siempre quieren tener razón. El machismo parecía derrotado desde el momento en que el mundo dejó de girar en torno a sus tótems particulares. Las cosas ya no pasaban por sus cojones. Ya nada era la polla. Se acabaron los despatarres en los asientos del metro, los machitos ya no querían hacer ostentación de su descenso a los infiernos de la impotencia. Hasta que los jinetes de la hombría volvieron a galopar por las estepas del honor perdido.

SISTEMA DE CONTROL

Al fin y al cabo, el machismo era un sistema de control a través de los cuerpos. Ahora, aunque hubieran perdido la rigidez del estandarte, se trataba de seguir manteniendo ese dominio. En estos cuatro últimos años, la sociedad se había convencido de que el feminismo había ganado la batalla. Pero cualquier victoria necesita quien la defienda. Y para eso estaban ellos, los guardianes, los custodios, los soldados. Por supuesto, con el comandante supremo a la cabeza: el poderoso FemiAbascal.

-Elsa alcaldesa, él está aquí.

-¿Aquí?

-¿No oye? El caballo…

Pues sí, ahí están los cascos del equino subiendo por la noble escalera de mármol. ¡Qué cansera, por dios! Elsa ya sabe lo que vendrá ahora. Un repaso enfermizo sobre todos los aspectos en los que, según FemiAbascal, el ayuntamiento está haciendo dejación de su santa cruzada. Desde que fue nombrado Ministro de Asuntos Feministas, él es el garante de las esencias. Los micromachismos son castigados con tres meses de cárcel. El mansplaining y la cosificación suponen importantes sanciones económicas que se aplican sin miramientos.

El nuevo Código Penal es especialmente duro con las mujeres. Rita, la concejala de Cultura, ha sido inhabilitada durante dos años por tender la ropa en el turno de su marido. El pobre había conseguido dormir después de tres noches de insomnio y llovía. La situación no se tuvo en cuenta como atenuante, se consideró una falta leve de traición. Por suerte, no fue pillada haciendo la sopa.

FemiAbascal empieza con el repaso rutinario. Que si han detectado cinco bares en toda la ciudad con irregularidades en alguno de los 10 iconos que deben figurar en los baños para la total inclusión de usuarias, usuaries, usuariiis, usuarios, usuarius, usuari@s, usuarixs (a Elsa se le ha disparado el temblor en el párpado derecho). Que si incautaron Una de dos, de Aute, en una residencia de ancianos municipal. Que si tienen constancia de que el lobo feroz se comió a la abuelita en, al menos, dos colonias de verano…

Elsa sabe que esa retahíla de sandeces solo pretende agotarla antes de llegar a la última y definitiva cuestión. ¿En qué estado se encuentra el programa de producción artificial de semen? La alcaldesa aún no sabe muy bien por qué le cayó el marrón a ella. Aunque FemiAbascal aludió a la larga tradición feminista y científica de la ciudad, Elsa no deja de sospechar que solo se trata de hacerla caer en desgracia. Porque la verdad es que el programa va mal. Rematadamente mal. La investigación fracasa en la fase final. No consiguen finalizar el proceso fuera de la bolsa seminal masculina. Necesitarían hombres dispuestos a someterse, durante un mínimo de tres meses, a la inmovilización, inoculación y posterior evacuación de líquido seminal. Un proceso terriblemente incómodo, no exento de dolor, que supondría estar ligado a una máquina durante 120 días. Sin posibilidad de moverse, de relacionarse, de trabajar… De tocar el coño…

-Tengo el honor de comunicarte, compañero FemiAbascal, que vas a ser el primer hombre productor de semen en este cuarto año de la Era de la Impotencia.

Mañana, quinto capítulo:

Año cinco.