--¿Hay una lógica en la composición musical, una matemática necesaria que opera desde el orden interno de uno mismo?

--Por descontado. La música es una fusión de arte y de ciencia. Dentro de las bellas artes, la música es la que da una imagen más rigurosa de ciencia. El orden, el método, el rigor, el equilibrio... Cada compositor tiene su sensibilidad para llevar adelante un proyecto de composición partiendo de una célula para llevar adelante el desarrollo de una obra sinfónica. Cada cual con su forma de ver la música y según sus posibilidades. Todos desarrollan su propia lógica.

--¿Puede ocurrir que una obra musical perfecta para el análisis sea inútil para la audición?

--Cuando hay un equilibrio entre lo que es la intuición del artista (la idea) y la técnica, la obra tiene un camino abierto a la comprensión de las personas que escuchan. Pero cuando la música se queda en una pura continuidad matemática puede ser extraordinariamente interesante para el análisis, pero nunca para escuchar. De hecho hay muchas obras en las últimas vanguardias que desde un punto de vista del análisis podrían tener casi el interés de un crucigrama, pero el resultado artístico ha sido casi nulo.

--Aquellos movimientos de vanguardia en la España de los años 60 ¿Sintieron los compositores ese desencuentro con el público?

--Eso es un hecho histórico. El desarrollo de las vanguardias llevó como consecuencia un alejamiento del público, que sintió que la música como lenguaje había llegado a ser incomprensible. Aquella música de vanguardia dejó algunos frutos positivos (las grandes obras de aquella época) pero también tomó el camino peligroso de alejar a los públicos de los compositores actuales.

--Usted puso la música a las películas de mayor cartel en esas décadas

--El cine es un medio de comunicación estupendo y naturalmente yo hice música para muchas películas, algunas de gran envergadura y estoy orgulloso de ello. Pero por el otro camino, el de las composiciones sinfónicas, yo desde el primer momento continué aquellas directrices que mi propia sensibilidad y mi idea como ser humano y como artista marcaban. Estuve en solitario en algún periodo.

--Su discurso de ingreso de la Real Academia de San Fernando se titulaba Defensa de la melodía Era eso, ¿no?

--Era el año 1984, creo, y tuve la osadía (porque en aquel momento lo era) de titular así el discurso. Había entonces una idea totalmente confundida por parte de muchos compositores de que para ser modernos había que evitar cualquier proceso melódico. Y como dije en mi discurso, y lo mantengo, el único elemento auténticamente reconocible de la música es la melodía. Es lo que identifica a una obra. El tiempo creo que me ha dado la razón.

--Pero cuando canta a la Naturaleza evita ser descriptivo.

--Siempre he tendido a mirarla desde la maravilla de la gran creación del Universo. Ese es un mundo yo diría que religioso. Es cierto. Me he acercado a la Naturaleza no de una forma descriptiva, sino como oración en torno a los grandes valores eternos de lo universal.

--Se le califica como autor de música española, pero no desde el folklorismo, sino desde el Cántico Espiritual o Divinas Palabras.

--Desde la música vocal me he acercado a nuestros grandes poetas desde el siglo XI hasta ahora. Un creador sólo puede ser universal a través de su propia historia. A pesar de mi gran respeto por la cultura centroeuropea, o la oriental, si quiero dejar algo de mí mismo tendrá que ser desde mi cultura, como español y como aragonés.

--¿No le gustaría que su homenaje lo hubiera ejecutado una orquesta sinfónica de Aragón?

--Eso habría sido colmar los sueños míos, porque lo hemos tenido tan cerca... Si Aragón quiere demostrar lo que ya es, un pueblo con fuerza, culto, con gente preparada, con modernidad y con un proyecto de futuro, no tendrá más remedio que crear una orquesta sinfónica, como las hay en otras regiones. Da un poco de amargura ver que nuestra tierra tiene condiciones perfectas para hacerlo, y un auditorio que es de los mejores de Europa.