Una oreja cortó Antonio Barrera al sexto toro de la corrida celebrada ayer en Zaragoza. En su otro enemigo fue ovacionado. Enrique Ponce, por su parte, recogió silencio y ovación y El Juli se llevó la callada por respuesta a la muerte de sus dos enemigos.

Se lidiaron siete ejemplares (el 4º, como sobrero) del hierro de Salvador Domecq, muy terciados, con pocas fuerzas y que nunca debieron de ser admitidos en el reconocimiento previo. El público, que llenó en menos de su mitad el aforo de la plaza, protestó tanto su juego como su trapío en varias ocasiones y los más enfadados afirmaban que habría que compararlos con los novillos que se lidien hoy. Los mejores fueron 3º y 6º.

Las buenas intenciones de Ponce se enfrentaron a un primer ejemplar muy parado y con el que, toreando con el capote, solamente pudo lucirse en la media verónica con la que remató los lances de recibo.

Con la muleta, brindó su labor a Pilar Tormes, --la esposa de Raúl Gracia El Tato -- que ocupaba una barrera del tendido 2, pero el comienzo no pudo ser peor. El astado se cayó en las dos primeras series, cada una por un pitón, por lo que el trasteo careció de emoción.

En su segundo, el valenciano intentó brindar su faena al público, lo que le fue recriminado por un sector mayoritario de espectadores, y el torero, contrariado, arrojó la montera hacia la barrera con cierto desdén. Y es que ni el toro ni la tarde estaban para fiestas y eso fue lo que pasó, que el astado carecía de fuerzas y ganas de fiesta. Ponce sólo pudo lucirse en lo accesorio, es decir en los remates y adornos.

El Juli intentó lucirse con el capote en sus dos enemigos.y sólo puso banderillas en su segundo, destacando en el tercer par, por los adentros.

Con la franela, las cosas no salieron bien. En su primero, porque el animal se acostó en la primera serie y en su segundo, porque resultó un trasteo de lo más vulgar.

Antonio Barrera, que no se lució con el capote --por cierto de gran tamaño -- en ninguno de sus dos enemigos se llevó el lote menos malo de la tarde.

Con la muleta comenzó la labor a su primero con un pase cambiado, en el mismo platillo de la plaza, que aún consiguió enhebrar con otro. Luego las series por el pitón derecho, carentes de emoción y demasiado mecánicas, resultaron muy ligadas. Lo mejor llegó al torear con la mano izquierda pues en algún muletazo salieron los mejores aromas.

Falló con la espada y dió lugar a que sonara un aviso. Con su segundo las cosas fueron a más y el sevillano, toreando siempre a media altura, cuajó varias series por ambos pitones que fueron muy aplaudidas. La faena tuvo el mérito de la ligazón y el terreno que supo dar al toro, el centro de la plaza. Intentó matar recibiendo, por lo que pinchó a la primera, cobrando luego una estocada caída y escuchando un aviso.