Antonio Ferrera abandonó ayer el coso oscense por la puerta grande tras cortar dos orejas al quinto toro de la tarde, del hierro de Buenavista. Enrique Ponce y Miguel Ángel Perera lo hicieron por la puerta de cuadrillas tras un ejercicio de rigor presidencial en contra de la petición de una plaza entregada con los toreros.

Así, Perera, que había sorteado un auténtico mansazo sin opción ninguna en su primer turno y llegaba al toro de cierre con la presión de puntuar, arrojó el trofeo (insuficiente según su criterio) de modo despreciativo justo debajo del palco presidencial. Con recado gestual. Con la furia evidente de su ademán.

Ni elegante, ni educado ni siquiera cortés pero tan firme como cuando minutos antes se había puesto los pitones del toro en misma barriga en repetidas ocasiones. Un animal altón y feote que no se entregó nunca y al que Perera fue achicando terrenos para hacerlo girar sobre su figura, aguantando parones con los mismos muslos y sorteando una tarascada que le rozó la misma mandíbula. Escalofriante desempeño que tuvo en vilo al público pero que no fue suficiente para que tras una estocada desprendida el toro rodara. Víctor Ferra aguantó el chaparrón con admirable estoicismo.

Había abierto festejo el veterano Enrique Ponce con un toro que fue al caballo como un mercancías, derribó y todavía tomó dos puyazos más. El valenciano no fue por el palo de lo profundo pero bajo el tendido de sol construyó un conjunto aceptable, siempre por la cara, dándole la razón a un toro que decidió no discutir y aceptar ese muleteo a media altura, codillero, vestido con esa elegancia superficial y a veces tan barroca que resulta impostada pero que tanto agradece el personal.

Más amable y colaboradora la embestida del cuarto, un toro con menos poder (llegó a tumbarse antes del final) y que no quiso ir más allá de las rayas. Hubo petición no atendida.

FERRERA Y PASODOBLE / Sobresalió el quinto toro, Pasodoble, número 8, el toro de la feria hasta el momento. Solícito a todos los estímulos, viniéndose de largo, se dejó torear de capa, demostró poder en el caballo, fue como un cohete en banderillas... Lo dio todo hasta el instante final. Y Ferrera lo cuajó por los dos pitones una faena larga que el extremeño se negaba a concluir pues si tanto le pedía al toro, tanto le entregaba. Lo disfrutó y lo celebró el personal con largura, no como en su primer turno, cuando el toro fue víctima de un eterno puyazo.

Ayer salió el toro, hubo suerte de varas, elegancia, valor, entrega, polémica, manifestación antitaurina (pacífica, con alrededor de 150 asistentes según la policía)... el toreo, en suma.