Huesca, día tres. Por la mañana, la plaza registra una asistencia de varias decenas de criaturillas en una especie de chiqui park taurino ofrecido por Padilla que, los taurinos, con esa grandilocuencia tan suya han dado en llamar clase magistral. Ahí es nada.

Por la tarde, suena el tararí con un nivel de clientela que no parece suficiente como para sostener una feria tan potente como la que ha ofrecido la empresa Albahaca y Plata. Amores no correspondidos, cuentas que serán rosarios y acaso vagos recuerdos invernales cuando ayuntamiento y ciudadanos miren el retrovisor y cuenten las lágrimas amargas que, vertidas a ríos, inundaban ésto cuando fue casi un erial. Al loro.

Ese cuidado de la empresa quedó patente ayer con la presentación de una corrida de toros muy muy próxima a lo que debe ser tónica general de continuo. Toros bien hechos y armónicos, con buena procedencia a priori y con ciertas garantías.

Mas por dentro resultaron ayunos de raza y empuje. Se volvió al picotacillo señalado con sumo tiento en lo que ya es una suerte de varas de pega. Anímese, hágase usted picador.

Aún así, los toros arribaban a la muleta sin brío. El primero de Abellán llegó a parecer un animal casi doméstico que, ahora voy, ahora vengo, se dejó diñar cuatro series por la derecha, una por la zurda protestando y otra más a derechas. Total, a una media de cinco, treinta muletacillos sin contenido ni trascendencia. Poca cosa.

Su segundo ofreció menos rendimiento aún y a pesar de buscar el torero la selecta complicidad de los héroes del sol, la cosa quedó en una porfía sin qué, con el toro acobardado junto a tablas rogando un piadoso y rápido final.

SOLO FERRERA Planteó adecuadamente la faena Antonio Ferrera a su primero en el centro del ruedo, dejándoselo llegar de lejos, sin violentarlo, dándole espacios. Derecheó a favor de un toro cogido con alfileres que, como sin quererlo, fue ganando terreno hacia las tablas en clara renuncia a la pelea. Don Luis, una vez más, asomó el moquero sin rubor tras un bajonazo estrambótico, poniendo un trofeo en manos del torero.

Diferente fue el tratamiento ante su segundo al que prendió madera en abundancia tras el tercio de banderillas. Hasta cuatro pares, nada de recortes. Este se metió --otro más-- en el refugio de las tablas y ahí se arrimó Ferrera hasta acortar tanto los espacios que el toro, humillado, se rindió por completo. Tras un pinchazo y una estocada traserilla cayó de nuevo el premio.

Mientras Padilla, ayer menos pirata, menos bullidor, menos chispeante... menos Padilla, dio la sensación de arrastrar la temporada a duras penas. Hay voces que aseguran que le habían pedido parar unos días, incluso.

Pero, como queda dicho, la corrida tuvo tan poco motor que se desenvolvió sin problemas. Una espectadora belga que estaba a mi lado concluyó sentenciando: no emotion. Pues eso.