Antonio Muñoz Molina une la huida de Earl Ray, el asesino de martin Luther King, en la que pasa diez días en Lisboa con dos de sus estancias en la ciudad, en 1987 y en la actualidad en su nueva novela, Como la sombra que se va.

--Uno se lee el primer capítulo de Como la sombra que se va y parece que todo va a ser un sueño y nada más lejos de la realidad...

--En realidad, la novela tiene una cosa como de sueño un poco delirante porque es producto de una inmersión muy hipnótica en una historia, en ciertos estados de ánimo.

--¿Ha vivido la historia de Earl Ray a través de un sueño?

--¿Sabes qué? El de la inmersión es un estado psicológico particular. Fíjate que al principio del libro hablo de ese novelista que todo el mundo lleva dentro, que inventa los sueños... Y es un proceso muy parecido al de la invención de la novela porque la invención de la novela se basa en qué elementos de la experiencia diurna y de la imaginación, todo muy distorsionado a fuego lento, se conjugan en una historia totalmente distinta a la vivida aunque esté alimentada por ella. En cierta medida, una novela es casi tan involuntaria como un sueño. Tú no decides lo que vas a soñar y tú no decides la historia de tu libro.

--Pero en este caso primero fue Earl Ray y luego su sueño...

--Sí, claro, pero toda la construcción en la cual este hombre participa es una construcción muy elaborada que yo podía haber hecho. Yo habría podido hacer una novela de casi no ficción centrada en esas peripecias de Earl Ray. Era una tentación muy fuerte que tenía, es lo primero que pensé que iba a salir de ahí, pero luego fueron saliendo otras cosas en las que el hilo central era siempre este personaje que, por otra parte, tiene tantas cosas raras... Es muy imaginativo, vive en un mundo de fantasía. Cuando está en la cárcel construye ficciones basadas en sus propias experiencias que él intenta hacer pasar por la realidad.

--Ha escrito una ficción pero basada en elementos reales, ¿está cada vez más difusa la línea entre la ficción y la no ficción?

--Creo que no, es importante que la línea esté clara porque necesitamos saber de qué estamos hablando. Esta novela es una ficción con muchos elementos reales pero se basa en una operación que es de ficción, ponerse en el lugar de una persona que no soy yo. Cuento cosas que son ciertas pero yo le estoy dando una forma y estoy creando algo que es inventado porque yo no sé cómo es su mente.

--Pero sí la parte en la que habla de usted.

--Claro, claro, pero también ahí hay un elemento diferenciador porque más que recordar es intentar ponerte en el lugar de quién era. Pasa el tiempo y los recuerdos se borran.

--Sin embargo, sí ha contado cosas muy personales que no le dejan en buen lugar, ¿le ha costado mucho hacerlo?

--Si tú te tomas en serio un proyecto narrativo tienes que intentar hacerlo lo más íntegro posible. Si yo quería mostrar el lugar que tiene la literatura en mi vida y contar cómo la experiencia se convierte en ficción y la relación rara entre la vida y las historias de esa persona que crea, yo tenía que contar una parte de mi vida. Sino el proyecto entero se hunde. Tenía que poner cartas fundamentales sobre la mesa.

--Cuando uno acaba un proyecto como este, ¿llega a alguna conclusión?

--¿Sabes a la conclusión que he llegado? Que es muy importante tanto en el trabajo de uno como en la parte de la vida que uno controla poner el máximo de entrega y el máximo de conciencia.

--No parece que en otros ámbitos, como en el político, se aplique eso mismo, ¿no cree?

--Creo que uno tiene que concentrar su atención y su esfuerzo en la parte de la vida que uno puede controlar. En aquella parte que solo depende de ti tienes que poner el 100% de tu esfuerzo, no tienes disculpa para no ponerlo porque cuando sales de eso hay muchas cosas que no controlas. Hay una cosa que cada vez me preocupa más, en qué medida uno, en la parte de la vida que es responsabilidad exclusiva suya, lo hace lo mejor que puede.

--Pero sí cree, porque lo ha dicho otras veces, que el debate no está poniendo el acento donde se debe...

--Creo que en España falta una especie de revolución cultural en el sentido estricto del término, que las personas sean conscientes de que la ciudadanía tiene una parte de acción individual completa muy fuerte y es una cosa que en nuestro país se ha descuidado mucho. En los países católicos, el sentido de la responsabilidad personal es muy difuso. Eso es lo que a mí me preocupa. ¿Lo hago lo mejor que puedo como ciudadano? Si escribo, ¿digo de verdad lo que pienso o hablo para congraciarme con otros? Si hago una afirmación pública, ¿me he documentado antes? Hay problemas de carácter público pero luego hay muchas cosas de una cultura democrática que no ha calado plenamente.