De todas las candidatas este año al León de Oro, ninguna ha llegado a la Mostra más envuelta que ¡Madre! no solo de expectación, sino también de secretismo. Todo, o casi, lo que el director Darren Aronofsky ha dicho de ella es que es como «un misil nuclear lanzado contra un muro». Ahora que ha visto finalmente la luz, sabemos a qué se refería. A causa de ella, hay en el seno del festival una guerra desatada entre quienes querrían escupirle en la cara y quienes le darían un abrazo.

¡Madre! está protagonizada por una mujer y un hombre que no tienen nombre (en los créditos se alude a ellos como «madre» y «Él», respectivamente). Se han instalado en una casa de campo para que él, un poeta (Javier Bardem), encuentre la inspiración. Ella (Jennifer Lawrence) está centrada en rehabilitar el edificio. Un día, un extraño (Ed Harris) llama a la puerta, y al día siguiente lo hace también su esposa (Michelle Pfeiffer). Y, a partir de ese momento, una serie de cosas realmente perturbadoras empiezan a suceder.

Dicho de otro modo, ¡Madre! es un descenso gradual a los confines de la locura, que incluye los momentos más extraños, brutales y sangrientos jamás vistos en el autor de Cisne negro (2010). Lo que sucede puede definirse como un infierno dantesco, o como la versión contemporánea de una plaga bíblica por la que transitan fans ultraviolentos y terroristas y hedonistas compulsivos y necrófagos. ¿Cuál es el significado de todo ese caos? ¿Es una proyección de lo que sucede en la mente de madre, una manifestación externa de su paranoia? Casi seguro que sí. ¿Es la película en su conjunto una gran metáfora? Sin duda. ¿De qué? Varias interpretaciones son posibles. Según la que Aronofsky propone, habla de cómo la Madre Tierra es víctima de los estragos causados por la mano del hombre. «Si alguien trata de destruir nuestra casa, la defendemos con uñas y dientes. Pero la Tierra también es nuestra casa, y ante su destrucción no hacemos nada», confirmó ayer el director.

VENGANZA CONTRA UNA EXNOVIA

Otra posibilidad, que Aronofsky nunca reconocerá, es que hable de las manías, la histeria y la psicosis que la obsesión por la maternidad y el embarazo causan en la mujer o, en concreto, causaron en la actriz Rachel Weisz, con la que vivió una tormentosa relación y tuvo un hijo; que sea, pues, la venganza de un hombre contra la que fue su novia. De ser esa la lectura correcta, a Aronofsky hay que reconocerle la capacidad de autocrítica. En la piel de Bardem, él es un hombre consumido por el ego para el que nada ni nadie es remotamente capaz de competir con la importancia de su trabajo.

En última instancia, sin embargo, lo que sobre todo importa acerca de ¡Madre! no son los significados que encierra, sino la contundencia con la que sacude emocional y físicamente, y que en la Mostra ha llevado a unos a desgañitarse abucheando y a otros nos ha hecho sentir hipnotizados, mareados, aterrorizados y eufóricos por haber visto el tipo de película única, radical e inmensamente inventiva que da sentido a festivales como este.