Carmen de Lirio, la reina del music-hall de los años 50 y 60, falleció el lunes a los 90 años. Carmen Forns Aznar --su verdadero nombre-- nació en Zaragoza en 1923, aunque en su carnet de identidad ponía que había llegado al mundo en 1927 "porque alguien se equivocó y ella no quiso arreglarlo", explicó su hija, con la que comparte nombre. Lita Claver, La Maña, afirmó que "era de familia jotera, pues su hermano Mariano Forns fue un jotero de muchísimo nombre". La ceremonia de despedida de la mítica vedete del Paralelo, donde debutó en 1949, será mañana a las 11.30 en el Tanatorio de Les Corts.

Con la compañía del empresario Joaquín Gasa, y en la época en la que triunfaban Alady y Mary Santpere, Carmen de Lirio encabezó espectáculos de variedades que alcanzaron gran popularidad. "Consiguió que la burguesía de Barcelona bajara al Paralelo, ya que hasta entonces no iba a los teatros de variedades porque los consideraba chabacanos", comentó su hija.

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BURLANDO LA CENSURA Para algunos que no la conocían parecía un poco distante", expresó La Maña, pero fue una de las artistas "más guapas" de su época además de poseer "una personalidad increíble" y ello le hizo toparse innumerables veces con la censura. Y se la llegó a relacionar con el gobernador civil de Barcelona Eduardo Baeza Alegría, algo que la artista desmintió. El gobernador no fue el único supuesto amante del que renegó. Ante unas confesiones de Samaranch, que la incluyó en sus conquistas, replicó: "Ese gentleman de bolsillo dice que tuvimos un affaire. ¡De qué...! Samaranch siempre me ha parecido un hombre muy soso".

Carmen de Lirio se volcó en el teatro y en el cine, participando en más de 40 películas, destacando títulos como La casa de las palomas, de Claudio Guerin; Clara es el precio, de Vicente Aranda, y La trastienda, de Jordi Grau. En los años 80 regresó al celuloide con Demasiado viejo para morir joven, de Isabel Coixet, y Verónica L., de Antoni Padrós y Octavi Martí.

La artista publicó un jugoso libro, Carmen de Lirio: memorias de una vedete que burló la censura, donde relató anécdotas del tipo: "Una vez hasta me censuraron los brazos. 'Usted, la de los brazos desnudos, no los levante', me soltaron. '¿Qué hago, me los corto?', les contesté. Los censores eran unos señores esperpénticos. Unos auténticos pervertidos y reprimidos".