A estas alturas, Karen Armstrong no necesita demasiada presentación, pero no está de más recordar que ha ganado un Princesa de Asturias de Ciencias Sociales y que sus más de 25 libros la acreditan como experta mundial en la historia de las religiones. Su propia experiencia como monja (se ordenó en 1962 en la sociedad del Santo Niño Jesús, abandonando los hábitos siete años después) la acredita asimismo como una voz autorizada en tan espiritual materia.

En su nueva y muy recomendable obra, El arte perdido de las escrituras (Paidós), Karen Armstrong nos ofrece otro de sus generosos y muy documentados ensayos sobre las religiones históricas, examinadas, cotejadas y comparadas en este volumen desde el punto de vista de sus Escrituras sagradas: la Biblia hebrea, los Vedas hindúes, Los Anales confucianos y un largo etcétera de manuscritos que fueron compilando los primeros textos sacros de los credos más extendidos en el mundo antiguo.

Los principales, cristianismo, budismo o hinduismo, en constante evolución, han llegado a la actualidad y mantienen hoy sus rituales y cultos destinados a preservar una fe compartida por millones de fieles.

Pero, ¿qué es la religión? Armstrong, en su vertiente filosófica, introduce El arte perdido de las Escrituras con una reflexión sobre el místico benedictino Bede Griffiths, quien consideraba la capacidad de percepción humana como «un microscosmos en el que el macrocosmos está presente como un holograma».

De ser cierta esta consideración, de ser cierta, en su base, la filosofía de Berkeley y de los idealistas ingleses, quienes juzgaron el mundo externo como una ilusión inaprensible por nuestros sentidos, estaríamos efectivamente ante la captación de fenómenos meramente representativos, pero no reales, del universo. Nuestros sentidos, esto es, vendrían traduciendo en formas y sonidos la inalcanzable materia y verdad de que estamos hechos.

De ahí, sugiere establecer Armstrong, a conceder al sentimiento o percepción de la religión el mismo carácter científico de cualquier otra realidad, sólo habría un paso.

El que históricamente comenzaron a dar escribas y profetas, maestros y bramanes, santos y reyes, místicos y anacoretas, todos aquellos elegidos que empuñaron el cálamo para, con caracteres del chino clásico, del fenicio o del arameo, de dialectos hindúes, del griego o del latín ir dando forma a los salmos, las profecías, las parábolas, enseñanzas, oraciones, cuantas salmodias e historias iban completando, hoja sobre hoja de papel, papiro sobre papiro, el palimpsesto de las viejas religiones.

Desde el nombre de Dios, Soy el que soy (Eyher asher eyher) respuesta de Yhavé a Moisés desde la zarza ardiente, a la sabiduría oriental y mágica ecuanimidad de Vhardamana Jnanatruputra, uno de los maestros fundadores del jainismo, el ensayo de Armstrong nos invita a conocer las raíces profundas de la Antigüedad y a volver a pensar en todos los dioses, especialmente en aquéllos que nos enseñaron a escribir.

Título: ‘El arte perdido de las Escrituras’

Autor: Karen Armstrong

Editorial: Paidós