Un mundo riquísimo y en gran parte disponible gratuitamente. Está, en principio, todo lo relativo al bicentenario Museo del Prado, que ofrece visitar sus obras maestras y otras muchas ventanas, incluyendo un precioso álbum histórico. Y dos docenas de museos madrileños, como el Reina Sofía, el Thyssen, el Arqueológico, el del ferrocarril… Y accesos a otros españoles como los cuatro grandes de Barcelona, El Guggenheim y el Contemporáneo de Bilbao, el Miró de Palma, o ese milagro malagueño que aúna el Picasso con las delegaciones del Pompidou y el Ermitage ruso.

Y ya que van aludidos los extranjeros, además de esos, se puede visitar virtualmente con enorme disfrute el Louvre (el más visitado del mundo), y sin multitudes, el d’Orsay, el Rodin; el British, el Tate y la National Gallery londinenses; los grandes griegos, el Vaticano y Florencia, desmesuradamente hermosos; el Calouste Gulbenkian de Lisboa, modélica Fundación que rechazó Franco; el Berlín de más de cien museos, en o fuera de la famosa Isla artística; los de Viena; el Rijksmuseum de Amsterdam; el MOMA de Nueva York y tantos otros, o la National Galery de Washington; los nacionales de Japón y China. Les aseguro que es cierto: he estado allí virtualmente, en visitas muy placenteras. Como pueden visitarse sedes oficiales o privadas sobre los grandes artistas, de Leonardo y Miguel Ángel a Rembrandt, Velázquez y Goya, Sorolla o Dalí; o ese prodigio que es la portuguesa en Londres, Paula Rego.

Es el mundo de la música mucho más difícil de conseguir con los enlaces anotados, porque la busca masiva de la más actual daña incluso a los clásicos. De quienes se puede, sin embargo, escuchar las grandes obras de Bach y Mozart, del barroco europeo (Haydn, Hände, Pachelbel, Vivaldi, Scarlatti, Purcell…), Beethoven, Chopin y tantos románticos, los grandes rusos del XIX, la ópera de Verdi a Wagner; los divos preferidos, de la Callas a los tres tenores; grandes intérpretes de Casals a Jordi Savall; el mágico atractivo de la danza. Y, acercándonos al siguiente apartado, ver y oír buenas películas biográficas de varios de aquellos genios.

Llegando a España de nuevo, qué repertorios de flamenco (José Menese, Miguel Poveda), de grandes cantautores de Labordeta y todos los aragoneses a Raimon o Serrat y Sabina; de la ya ausente y mítica María Dolores Pradera hasta Aute, Mocedades o el jazz de Tete Montolíu. El ancho panorama latinoamericano, de los grandes de la segunda mitad del XX que tanto nos emocionaron (Atahualpa, Mercedes Sosa, Silvio y Pablo; Víctor Jara, Soledad Bravo y Violeta Parra), o los clásicos dulzones y gratos de Nat King Kole a Luis Miguel, de Los Panchos a las habaneras y boleros, los grandes tangos de Gardel a Piazzola.

Del mundo anglosajón llegaron maravillosos melodías de folk (Dylan y Báez, Cohen y Pete Seeger, Simon&Garfunkel), blues y jazz (Ella, Duke y Armstrong,Miles Davis y Coltrane, Monk), rock (Beatles, Rollings, Elvis, Jackson, Prince y Springsteen, Clapton), o el grupo sueco Abba. Del francés la Piaf, Brassens y Brel, Yves Montad; del griego Roussos y Theodorakis, pero también Eleftheria Arvanitaki; de italiano tantos, de Modugno a Iva Zanicchi; ¿muy antiguos todos?: por eso es preciso recurrir a su busca y captura, y reconocer, los jóvenes, que no estaban nada mal.