Ni es historiador ni lo quiere ser, pero Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951) ha viajado mucho y ha leído más, algo que le permite escribir no Historia de España sino ‘Una historia de España’, la suya. Una historia que ha sido amarga y que continúa siéndolo. “España es un estado en demolición. Ningún país de Europa tiene nuestro pulso suicida”, afirma el novelista, reportero y académico de la RAE, que acaba de publicar de la mano de Alfaguara una recopilación de artículos históricos publicados en el 'XL Semanal'. Los culpables de la demolición del estado no son otros que los propios españoles. “Nuestra envidia, insolidaridad, apatía y comodidad. Y esto es algo que afecta a la derecha y a la izquierda. En nuestro país el enemigo no lo queremos vencido, lo queremos exterminado. No queremos conversos, queremos tumbas”.

Lo primero que ha hecho Pérez-Reverte al presentar su libro -esta mañana en Madrid- ha sido reconocer su absoluto pesimismo, melancolía y amargura. En su opinión, revisar la historia de España no es un ejercicio feliz sino demoledor porque supone caer en la cuenta de la cantidad de “ocasiones perdidas” que hemos tenido para ser un “país normal”.

EDUCACIÓN Y CULTURA

Más allá de la propia personalidad de los españoles, hay dos culpables de tantos sueños traicionados. Uno, el hecho de que la educación y la cultura hayan desaparecido de los mapas escolares. “La historia es algo fundamental y se la ha raptado de los colegios. Los jóvenes tienen que saber de dónde vienen. Para bien y para mal. Sin memoria, la gente es mucho más susceptible de caer en la manipulación y el populismo. Si en los colegios no te enseñan quién fue Viriato los jóvenes no tendrán escapatoria cuando vengan los lobos, sean del color que sean”. ¿Cómo arreglarlo? Ni idea, porque Pérez Reverte no quiere ser historiador pero mucho menos ministro de Educación o Cultura, una figura que no le cae nada simpática. En su opinión, todos los ministros de Educación han desmantelado la historia en las aulas.

Los otros culpables de tanta amargura histórica en pleno siglo XXI es una clase política, en su opinión, deleznable e inculta. “Zapatero resucitó fantasmas, pero no de manera generosa. Cristóbal Montoro se cargó la cultura. Estos de ahora… lo mismo. Para muchos políticos de izquierda todo lo que suena a historia es caspa y fascismo. Está mal blanquear la historia, que es lo que hace la derecha, pero también denostarla, como hace la izquierda”.

POLÍTICOS QUE NO LEEN LIBROS "EN SU PUTA VIDA"

En el supuesto de que, efectivamente, la demolición asole España ¿quién podría reconstruirla? Ahí, el padre literario del Capitán Alatriste lo tiene claro, la monarquía. “¿Quién si no? ¿Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias, Albert Rivera, Quim Torra? Felipe VI es guapo, sabe estar y escuchar”, afirma tras definirse como republicano de corazón y monárquico de razón. “No me queda otra. ¿Quién sería presidente de la República? ¿Abascal, Sánchez, Zapatero, Casado? Estos no se han leído un libro en su puta vida”.

El pesimismo del exreportero de guerra durante 21 años le ha hecho lanzar varias señales de alarma. “He visto lugares que eran oasis de paz, como Líbano y Balcanes, y al poco tiempo han empezado a matarse y se han vuelto sitios peligrosos. Todo es posible”.

LIBROS, CULTURA, MEMORIA, HISTORIA

Aunque no sea historiador ni ministro, para el escritor la única solución que existe son los libros, la cultura, la memoria y la historia. Una historia de verdad, no como hace la derecha, que solo habla de la grandeza del imperio; ni la izquierda, para quien el descubrimiento de América solo fue un genocidio; ni los nacionalismos periféricos, que consideran a España como una aberración política. La historia buena, al menos la que le gusta al académico de la RAE, es la que habla de las luces y las sombras, la que cuenta que el descubrimiento de América fue una “hazaña indiscutible donde también se esclavizó y se crearon estructuras corruptas” y donde los últimos de Filipinas no eran unos fascistas asesinos sino unos “chavales que sufrieron la incompetencia y la indecencia” de los políticos de la época.