La ingenua pretensión de que existen (o han existido) artes puras, no contaminadas, ha propiciado acaloradas discusiones y océanos de tinta. Allá ellos, los ingenuos, los defensores de una inexistente ortodoxia. Nosotros, a otra cosa.

Compañeros de viaje en The Bad Seeds y Grinderman, y coautores de diferentes bandas sonoras, Nick Cave y Warren Ellis abordan ahora a dúo un álbum de canciones: Carnage (Goliat Records / Popstock!). Es un disco de dolor y amor, grabado durante el confinamiento y resonando todavía los ecos de Ghosteen, la creación de duelo de Cave. Cuerdas, loops, percusiones y disonancias salen del ingenio de Ellis envolviendo la rabia, la memoria, la locura y las heridas no cerradas de Nick («Donde quiera que estés, cariño, no estoy tan atrás», canta en Old Time, entre un torbellino de cuerdas y ruidos perturbadores). En ocasiones surgen los coros (gospel, al final de White Elephant), dando a las piezas una solemnidad equívoca. No faltan los motivos religiosos y surrealistas («Soy una Venus de Botticelli con un pene montando un enorme abanico festoneado»), y la lucidez lanzada desde el balcón: «Lo que no te mata te vuelve más loco». Hipnótico y agitador.

Más alianzas: la del bajista Pino Palladino con el músico y productor Blake Mills. El resultado, armado superponiendo capas de música, se titula Notes With Attachments (New Deal / Caroline International) y juega con la experimentación sin prejuicios, pero con sentido. Restos de músicas (jazz, funk, pespuntes africanos y caribeños) configuran un todo con personalidad en el que las referencias se diluyen. Unas veces se deconstruye el ritmo y otras, la melodía. Notable búsqueda, oiga.

El francés Nicolas Repac formula en Rhapsodic (No Format!) una narrativa sonora retrofuturista. Lo hace buceando en los archivos del musicólogo Charles Duvelle, o sea, en su inmenso trabajo de campo, sampleando fragmentos de aquí y de allá y construyendo sobre bases electrónicas un singular pachtwork. Así las cosas, Repac elabora un cuaderno musical de viaje cuya coherencia reside precisamente en su mixtura.

Gusten o no de la cosa flamenca, no dejen de leer Alegato contra la pureza (Malpaso), la obra del muy puesto en asuntos jondos José Luis Ortiz Nuevo, reeditado ahora a partir de la revisión que hizo del libro en 2010. Les doy una pista: Ortiz Nuevo fue quien afirmó que el disco más flamenco del siglo XXI es El mal querer, de Rosalía. El alegato propiamente dicho (ensayos, citas, aforismos y otros géneros) es un gozo; y la historia del flamenco que lo acompaña, una delicia. Ortiz cuestiona la doctrina flamenca de Machado, Lorca y Falla, por ejemplo, ni duda en reivindicar a Pepe Marchena por encima de Antonio Mairena. «La pureza es un camelo», dice. Con toda la razón, claro.

Prosa y poesía para un libro fascinante: Ellis Island (Seix Barral) de Georges Perec. Se trata de un texto (publicado ahora en español) escrito para la película realizada por Robert Bobert, estrenada en dos partes por la cadena TF1 en 1980, sobre esa especie de campo de concentración de la democracia que fue la isla de Ellis, paso y residencia temporal obligada para los emigrantes que querían entrar en Estados Unidos. Denuncia, memoria, reflexión sobre la patria y el exodo... Emocionante Perec.

Rescato un volumen que yacía enlibrado entre colegas: Música, solo música (Tusquets), ilustrativa conversación sobre música clásica entre un gran aficionado que afirma ser un lego en la materia, pero demuestra lo contrario (el escritor Haruki Murakami), y su compatriota, el gran director de orquesta Seiji Ozawa. Les guste la música culta, la popular o la mediopensionista, este libro les abrirá no pocas puertas (de la percepción).

Lástima que el espacio se agote tan rápidamente. Pero dispongo del justo para recomendarles la exposición Visionarias. Arte e inteligencia artificial (Etopia, hasta el 22 de mayo), comisariada por Blanca Pérez Ferrer. La muestra ofrece una serie de obras de artistas internacionales, todo un estímulo para acercarse, sin mentalidad distópica, a la creación conjunta del hombre y la máquina y a la reflexión que nos provoca.