Para escribir de la pintura de Asun Valet busco la compañía de José Ángel Valente, con la lectura de su libro Elogio del calígrafo. Ensayos sobre arte. Ante los paisajes de Paul Rebeyrolle en el estudio del artista, Valente fue testigo de cómo el cuadro reacciona ante las solicitaciones o las reservas de la luz: «Igual que la mirada nuestra que recorre ahora una de estas vastas superficies de materia tan poderosamente trabajada y descubre un verde o un amarillo súbitos que acaso antes había mirado sin ver. Y a este diálogo, apenas pronunciable, entre la pintura, la luz y la mirada acuden a su modo las palabras». En sus obras, sobre lienzo o papel, Asun Valet pinta impresiones fugaces de un paisaje en formación, contagiado por la nostalgia del origen, al ritmo fluido de intuitivos trazos cuya presencia en el espacio de creación se asemeja al primer borrador del mundo, que diría Valente, preñado de formas de luz y materia, «caleidoscopio de lo no visible», que no otra cosa es la abstracción: la manifestación de una privilegiada relación con lo no visible.

En la secuencia de obras que Asun Valet presentó en 2009 en la galería A del Arte, los trazos y pinceladas estaban impregnados de colores tan suntuosos como delicados que notificaban el tiempo de la pintura al quedar suspendidos en un espacio ocupado por la retícula fragmentada de planimetrías arquitectónicas que, en su mayoría, correspondían a planos de edificios construidos por arquitectos orientales junto al alzado de la Casa Farsworth de Mies van der Rohe. Se trataba de explorar los conceptos de vacío y plenitud. En 2010, Valet presentó en el Torreón Fortea la exposición Márgenes activos. La cita de John Berger: «Mirar buscando algo es lo opuesto a mirar. La visibilidad es una cualidad de la luz», que incluyó en el catálogo, remite a las palabras que hemos elegido de Valente. La luz es uno de los temas más transitados en la pintura. Quizás porque la luz confiere sustancia a los tonos y lo que es definitivo: cuando a una forma, en principio abstracta, se le insufla luz, aquella se sitúa «entre» la abstracción y la figuración, siendo la evocación de una imagen más que la imagen misma. Valente consideraba un sinsentido enfrentar abstracción y figuración, dado que la forma en pintura no es figura sino materia.

Asun Valet, como Gao Xingjian, quiere pintarlo todo, hasta la respiración. Pintar el aire, el viento, las llamas, pintar el vuelo, la evaporación, la fundición, lo informal, pintar las sensaciones, pintar los sentimientos, pintar lo que tiene formas, pero sin describirlo, más bien conferir sensaciones... pintar el silencio, pintar los interiores profundos de las sombras, pintar las visiones que desfilan en el tiempo, que cambian a cada instante o aquellas que, firmes, pertenecen a tu universo interior... Son palabras de Xingjian que parecen escritas para acompañar a las pinturas de Asun Valet, quien coincide con el pintor y escritor en considerar que la forma no es algo concreto, sino un punto de referencia de la imagen que ha de quedar en los márgenes de la figuración. En las obras que expuso en Fortea, las manchas de color de múltiples tonalidades estaban desposeídas de contornos que pudieran delimitarlas y que impedirían asomarse a la profundidad de la visión interior que se desea pintar.

Y no obstante, para impedir que todo se precipitase, Valet incorporó retículas fragmentadas de planimetrías arquitectónicas que se contagiaban del color del espacio pintado allí donde aparecían. En el desorden y el azar de lo natural, en el que se inspiran sus obras, las trazas asumen el control de la razón.

Lo manifiesto y lo oculto

Difíciles verdes tituló Asun Valet su exposición en el Monasterio de San Juan de la Peña, en 2010. Alejandro Ratia evidenció, en el proceso de las obras más recientes, la localización de la mancha inicial, apenas un gesto mínimo, en la zona central del espacio, que concitaría el resto de elementos. «Trazas de un paisaje genesiaco, originador» ha escrito Valente. Vacío es forma nominó Valet a uno de sus cuadros y las palabras las escribió en neón. Lo visible y lo invisible, lo manifiesto y lo oculto, son los estadios que determinan el proceso de su pintura en virtud de una alternancia natural ajena a oposiciones, por estar atenta al ritmo indefinido y siempre renovado que fija su objetivo en el progreso ininterrumpido de trazos, gestos y manchas, delator de la tensión de la que surge lo visible y lo manifiesto.

Así ha sido y continúa siendo en su pintura. Con ligeras variaciones, en virtud de las imágenes que ha ido incorporando al espacio de sus obras: diseños, planimetrías arquitectónicas o formas naturalezas de configuración ornamental.

El color y la geometría ocuparon lugar preferente en la serie Opposite Colours que presentó en la galería Carolina Rojo, en 2013. Se trataba de fijar en el cuadro la imagen sin forma, suspendida en los límites de lo visible e invisible, por lo que, aun a riesgo de ejercer un control formal excesivo, Valet recurrió al color para ordenar la inestabilidad fugaz de pinceladas que amenazaba con sumergir la imagen apenas había emergido. No es tarea fácil organizar los colores. Valet optó por dos soluciones: insertar, adheridos o cosidos sobre el lienzo, los nombres en inglés de los colores que formando parte del proceso quedaron ocultos; y situar a una mínima distancia de los cuadros, o su lado, estructuras modulares ordenadas en armónicos escalones cromáticos. El color siempre manda. Paul Klee, el mago del color declaró: «Toda la infinitud de mezclas posibles jamás producirá un verde esmeralda, un rojo saturno, un violeta de cobalto». Por eso Valet, los citó en sus cuadros. Y aunque el color manda, cuando se alía con la geometría, el despliegue gestual de una imagen tan poderosamente fértil como evasiva se interrumpe y la pintura abandona la pretensión de ser una obra acabada para afirmarse en su condición de esbozo.

Pigmentos de hierro

Las obras últimas que Asun Valet ha presentado en La Carbonería de Huesca, en las que ha incorporado pigmento de hierro, no huelen a la dureza sonora del metal, que Valente sintió ante las de Chillida, con las que sí comparten la construcción del vacío. Lo que la forma cerca es el vacío. La gravitación del vuelo ya despejado, al fin, del aire en el «vacío engendrado por el empuje poderoso de formas sólidas que, paradójicamente, hacen brotar de sí la intensidad de la impresencia».