La visita de Renée Zellweger y Hugh Grant a Madrid fue corta --apenas duró unas 20 horas-- pero, sin duda, intensa. Los actores padecieron los habituales atascos y llegaron con casi dos horas de retraso al cine en el que se celebró el preestreno de la película. Hacía una hora que los reporteros gráficos se habían plantado, hartos de esperar y de la falta de explicaciones. Después, cena en un conocido restaurante del Madrid castizo y fiesta hasta las cinco de la madrugada. Esa era la razón de los bostezos mal disimulados de Hugh Grant en la rueda de prensa. Después, al avión privado rumbo a Viena.