Ni siquiera el cambio de vestido y de imagen de última hora de Ruth Lorenzo pudieron contrarrestar los enigmáticos resortes del voto de Eurovisión, más apegados a la emigración que a cualquier otro factor. Ruth Lorenzo consiguió un meritorio décimo puesto. La triunfadora de la noche fue Conchita Wurst, el 'álter ego' del austríaco Tom Neuwirth, la mujer barbuda que con una gran voz y una buena interpretación cautivó a la mayoría de los internautas, sin duda con el reconocimiento del público del recinto en Copenhague y el apoyo no disimulado de la organización.

Al final, el certamen del 2014 aportó más nivel musical que en años anteriores pero también el mismo regusto de siempre, ese que contribuye a que existan seguidores fieles y críticos mordaces, 'eurofans' en cualquier caso. La fiesta televisiva volvió a navegar entre lo bizarro, lo 'kitsch' y el apreciable gusto musical sin ton ni son, pero supo atraer la atención del previamente interesado. En cualquier caso, Eurovisión afianzó su prestigio como alarde técnico-televisivo de primer orden, poco acorde con los tiempos. Para los artistas, el sistema de puntuaciones volvió a ser tan injusto como siempre, a la espera de que a alguien se le ocurra distribuir premios a la originalidad, la voz, la puesta en escena o cualquier otra categoría imaginable que evite tanto soponcio.

La murciana Ruth Lorenzo aportó su imagen casi 'disney' pasada por agua virtual, con buena voz y menos movimiento, pero la energía de sus brazos compensó las raíces a las que obligaba el vestido de última hora. Las modificaciones en el vestuario introducidas en los ensayos generales de la víspera obedecieron a problemas "técnicos": el diseño de la firma española Anmargo no provocaba aparentemente la impresión deseada en pantalla. Tampoco parecía haberse ganado el favor de los "eurofans" en la red, que criticaban las tiras negras de metal sobre el busto.

Lástima que Lorenzo no llegase a actuar con ese atuendo rojo con el que irrumpió en las pantallas de los espectadores en la primera presentación de la noche, pero la gala de Eurovisión requiere parafernalia de alto copete e ir de largo parece ser una exigencia para los meridionales (los de países ricos de Europa pasan, van descalzos y hasta sin ropa interior, y encima ganan).

Durante toda la retransmisión, la práctica totalidad de mensajes intercambiados en Twitter iban sobre el asunto. Eso sin contar, el fenómeno del 'watsapeo' o tuiteo de grupos, que seguro que también se hizo un hueco entre los ociosos de la noche. Cualquier voto dirigido a Rusia recibía los silbidos y abucheos de los presentes en la megafiesta de Copenhague, pero la petición de boicot no fue secundada.

Durante varios meses y hasta hace apenas unos días, el armenio Aram MP3 y su balada "in crescendo" 'Not alone' parecía el favorito indiscutible, pero fue perdiendo fuelle, quizá perjudicado también por unas supuestas declaraciones ofensivas suyas sobre Conchita Wurst, la mujer barbuda austríaca, que al final fue la vencedora.

La balada, 'Undo' de la sueca Sanne Nielsen, ya bien colocada en las casas de apuestas, consiguió un puesto de honor, pero por detrás de los holandeses "The Common Linnets", con un tema de inspiración country y una tonillo que recuerda claramente al 'Every Breath You Take' de The Police.

La final, la tercera que organiza Dinamarca en los 59 años de historia del festival, fue vista por 180 millones de televidentes en Europa y en otros países como Australia.