No es un juego, tampoco una enciclopedia ni una broma ni una visión de vida sino su fusión: «Es todo a la vez, quería jugar con el contrasentido de hacer una enciclopedia desde la subjetividad frente a la idea de una enciclopedia convencional, que recoge el saber objetivo y consensuado. Y luego también es el juego de proponerle al lector adentrarse en esta enciclopedia que obviamente es subjetiva pero que igual tiene algo que puede ser verdadero», comienza su intervención Miguel Brieva que el viernes pasado visitó Zaragoza para presentar su ensayo ilustrado La gran aventura humana (Reservoir Books).

Un libro a modo de enciclopedia en la que el sevillano cuenta la historia del hombre a su manera desde una perspectiva humorística y dividida en tres amplias secciones: pasado, presente y futuro: «Quería, al igual que hice con Bienvenido al mundo, simular una enciclopedia, en este caso, sobre la historia de la humanidad», asevera Brieva que enseguida entra en materia en cuanto se le pregunta sobre ese contrasentido de intentar vender una obra suya con la subjetividad por delante: «Habría que hablar mucho sobre si se busca la objetividad hoy en día... Es obvio que no vas a decir a las buenas que todo lo que haces y propones es arbitrario y absurdo porque no suena muy bien. Ahora importa mucho lo que dice pero no se mide la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace por eso yo opto por darle la vuelta a esto sin tapujos... Le digo al lector, sí, esto es subjetivo pero léelo y a ver qué te suena más objetivo y verdadero».

«REALISMO EXTREMO» / Brieva no presenta en esa aventura humana una visión muy optimista del mundo y del futuro que nos espera como no cambiemos aunque él matiza ese pesimismo: «Lo que destila esta obra es un realismo extremo. Quizá lo que es interesante aquí es hasta qué punto el foco mediático está constantemente fuera de lo que debería ser lo sensato. Y es extravagante que nos hemos acostumbrado a pensar que lo que vemos mediáticamente es la realidad pero es una alucinación. Los datos son los que son, basta con coger cualquier periódico incluso en los filtrados por el discurso hegemónico se habla de la inestabilidad general del planeta. La cosa es cuando a uno le descubren una enfermedad si la actitud razonable frente a eso es decirle al médico vamos a hablar de fútbol o decirle vamos a hablar de esta enfermedad y de ver cómo me curo. Ahora estamos en un bucle de escapismo permanente», denuncia.

Y en este escapismo, Brieva sitúa en el punto de mira a la tecnología: «Ha sido la guinda del pastel. Sobre todo las nuevas tecnologías nos han colocado en el punto de desviar la atención permanentemente e imposibilitar el pensamiento. Es un problema muy gordo del que no somos conscientes porque la sociedad se ha vuelto adicta», dice poco antes de confesar que no ha tenido móvil nunca y que últimamente, «hay mucha gente que lo está dejando porque se está dando cuenta de todo esto».

La solución a todo este problema que Brieva denuncia, según él, «es complicada porque estamos atrapados en una superestructura. Es una inercia tecnológica y monetaria la que rige a la humanidad y de hecho sabemos del cambio climático pero todos los gobiernos del mundo proponen como única solución a todos los problemas seguir creciendo que es aumentar los riesgos palpables que conlleva el cambio climático. Es un sinsentido, si viniera un alienígena diría que somos una especie estúpida que se va a suicidar». Y, por eso, quizá, el autor se atreve a abordar el futuro de la humanidad en el tercer capítulo del libro: «Trazo líneas por los únicos derroteros por los que podemos discurrir sin irnos a pique y tiene que ver con volver a una escala más acotable, local, poblaciones más pequeñas, una vida más sencilla… Retroceder a niveles de vida y consumo de los años 60 del siglo XX que tampoco es tan terrible. Muchas veces se plantea la falacia esa de eso de entre esto o volver a las cavernas. A ver, de aquí a las cavernas han pasado miles de años de historia y hay muchos puntos intermedios. A lo mejor podemos volver a la Francia de los años 60, con trenes, teléfono, correo, hospitales… Pero solo podemos llegar a ese punto de deconstrucción si hay un consenso o una toma de conciencia de la gente y eso es complicado porque la gente está pendiente de sus cacharros y oye un mensaje unidireccional que le dice que no piense en el pasado, en nada más que en tu beneficio hoy», concluye Miguel Brieva.