Francisco de Quevedo ha pasado a la historia como una de las cumbres del Siglo de Oro español, pero "no tenía ninguna conciencia de escritor". Era "un pequeño burgués de Madrid que recibe una herencia de su abuela y que lucha toda su vida por obtener un título nobiliario que no logrará nunca, a pesar de que en el empeño ponga todas sus dotes y emplee las artimañas más miserables".

Golpe a Venecia (Styria), la última novela de Manuel Ayllón, explica la conspiración de Quevedo, espía al servicio del duque de Osuna, para, tras haber logrado el virreinato en Sicilia y Nápoles, aspirar a tomar Venecia y fundar allí una corte como la de Madrid.

El inicio de la novela se sitúa en 1613. Manuel Ayllón señala que es un momento "crucial, (de cruce)" de la historia de España. Es el final de la Pax Hispánica, tras el gran desastre filipino, la Armada Invencible, el fracaso político con Inglaterra, la muerte por crimen de Juan de Austria y el final de Flandes.

"No podíamos pagarnos la guerra. La administración es parasitaria; la aristocracia está endeudada hasta las cejas", mientras que la familia Lerma especula y se enriquece descaradamente a la sombra de Felipe III, señala Ayllón; "En ese momento, hay una tensión contra la paz de Lerma y aparecen especulaciones acerca de la guerra como un negocio".

Uno de estos aristócratas es el duque de Osuna; su padre muere arruinado y él tiene que hacer campaña como alférez en Flandes: logra matrimoniar a una hija suya con un Lerma, y gracias al oficio corruptor de Quevedo consigue el nombramiento de virrey de Sicilia. Pero aspira a Nápoles y tiene que organizar una flota corsaria para lograr dinero, del que destina un tercio a los piratas, otro a la corona y el resto para sí. Pero muere Felipe III antes de lo previsto y en el momento de la alambicada transición en la corte, Quevedo idea ahora una estrategia para que Osuna logre saltar de Nápoles a Venecia y ofrecérsela al rey, y si sale mal la estrategia, quedarse la pieza y establecer desde allí un reinado de Italia con el Milanesado, los Pontificios, Nápoles, Sicilia y Saboya.

En esta trama se dibuja el estado de decadencia del país, el ocaso del imperio, la mala racha de la agricultura y la ruina de la nobleza castellana. Quevedo publica en su mayoría, obras de encargo, traducciones y prólogos, coplillas, rumores; "es un tipo de taberna, que ni él mismo se tiene por escritor, y sólo aspira a lograr un título. Es un tipo miserable, pero escribe como los ángeles".

Se describe el Madrid naciente, al que con no más de 50 hectáreas y 30.000 habitantes recibe, trasladada, la Corte desde Valladolid y en 30 años se multiplica por tres, sin saneamiento ni suministro suficiente de agua.

"Ante eso, Sicilia y Nápoles son el orden: grandes ciudades con infraestructuras y puertos en condiciones; la tentación italiana es constante", señala el autor. Quevedo sabe que Osuna es valiente, pero intelectualmente muy corto. Quiere ser como Osuna y lograr una corona. Pero tiene demasiadas contradicciones: partidario de la Iglesia, pero descreído, militarista a ultranza, pero inválido; asiduo de prostitutas, pero misógino. Esto último le llevó al fracaso.