Un continente único, pero que periódicamente se quiebra en catástrofes geológicas de lava, azufre, terremotos y ceniza que desencadenan extinciones masivas. Con unos misteriosos monolitos que flotan en el cielo, algunas personas muy especiales capaces de ocasionar o detener los movimientos tectónicos, civilizaciones que desaparecen o consiguen adaptarse a cada uno de estos cataclismos… Es el mundo de La quinta estación (Nova), el libro con el que N. K. Jemisin obtuvo en el 2015 el Hugo, el premio anual de la Sociedad Mundial de Ciencia Ficción.

«La mayoría de novelas fantásticas se construyen sobre la edad media en Europa. Yo quería crear algo completamente nuevo», explica Jemisin, de paso por Barcelona. Sin embargo, al mismo tiempo que imagina un mundo radicalmente imaginativo, Jemisin lo hace para plantear cuestiones y conflictos absolutamente contemporáneos y reales. «Teniendo en cuenta mi experiencia como mujer negra es inevitable que desarrolle sociedades en las que se manifieste la intolerancia en diversas formas: sexismo, clasismo, racismo… No existe ninguna sociedad sin este tipo de conflictos», sostiene.

El paradigma de la fantasía enraizada en Tolkien ha sido asaltado desde diversos frentes: cinismo en lugar de héroes idealistas, sexo multiforme en lugar de castidad patriarcal, mujeres protagonistas y activas en lugar de figuras virginales, inspiraciones orientales en lugar de nórdicas, vida cotidiana en lugar de aristocracia elitista... «Lo que hay detrás de todos estos elementos de la narrativa fantástica post-Tolkien -opina Jemisin- no es más que es el progreso de la sociedad. Tolkien escribió en los años 40 y 50, antes de la revolución sexual, antes de la era de los derechos civiles, para una audiencia muy específica. Lo que estamos viendo -añade- es que la fantasía ha llegado a la madurez. Pasamos del bien y el mal, hacia un mundo en el que todo el mundo se puede equivocar».

En su mundo, las personas con capacidad de mover magma, montañas y fallas son perseguidos o domeñados. Todo el mundo les teme. «Intento explicar que una sociedad que esté construida para acomodar al otro no tiene por qué sufrir los conflictos que se desarrollan en una sociedad que trata de suprimir al diferente», concluye. La preocupación por el medio ambiente es otro estrato evidente en La quinta estación. «Hay una tendencia típica del pensamiento norteamericano, que es un individualismo extremo, y que se refleja en la narrativa postapocalíptica tipo Mad Max. Esta actitud es la que hace que Trump se retire del tratado de París. Es sencillamente estúpido. Quería escribir una novela postapocalíptica que no fuese individualista. Sobrevivirás si estás dispuesto a ayudar a los demás y sacrificar tu egoísmo», plantea.

Esta visión militante de la fantasía le ha llevado a Jemisin a convertirse en blanco de las iras de los Sad Puppies y los Rabid Puppies, dos colectivos que hicieron labor de lobi para que los Hugo del 2015 y del 2016 no fueran a parar a esos liberales que introducen ideología de género y ecologismo en la ciencia ficción en lugar de esas viejas historias de heroicos varones blancos a los mandos de una nave espacial y con láser en el cinto.

Este tea party friki acabó siendo neutralizado en las votaciones de los Hugo... mientras que su equivalente en el conjunto de la sociedad estadounidense, más bien no. «No todavía -responde-. Creo que el mundo friki es un microcosmos, una incubadora de lo que sucede en esferas más amplias. No es solo que sean conservadores, racistas, derechistas, es que eran novelas malas. Espero que con Trump suceda lo mismo: lograron su objetivo, la gente pudo ver qué es lo que defendían y reaccionó. Espero que eso suceda a escala nacional y que la gente se dé cuenta de que lo que quieren esos republicanos reaccionarios derechistas y neonazis y diga que no. Y esto está empezando a pasar».