Lo que para muchos es antiguo a mí me parece eterno», asegura Damien Chazelle. «No hay más que escuchar a una orquesta de 90 instrumentos tocando una pieza de jazz clásico o contemplar a Gene Kelly haciendo piruetas para saber que, igual que esas cosas han emocionado a la gente durante los últimos cien años, seguirán haciéndolo durante cien más». La Academia de Hollywood sin duda está de acuerdo con Chazelle, y así lo demostraron anoche otorgándole seis Oscars a su tercera película, «La La Land, y a él convirtiéndolo, a los 32 años, en el cineasta más joven en ser coronado mejor director. También certifica el suyo como un ascenso veloz a la cima de Hollywood. «Pero no ha sido fácil y, además, no siento haber llegado a ningún lado», nos contó él en septiembre.

La historia de su triunfo empieza hace unos doce años, en la universidad de Harvard. Fue allí donde conoció a Justin Hurwitz. «Éramos compañeros de habitación, y empezamos a tocar juntos en un grupo», recuerda el director. «Pero pronto nos dimos cuenta de que teníamos más interés en el cine que en ser estrellas de rock, así que nos pasábamos el día hablando de los musicales clásicos». Resultado de esa pasión compartida nació el proyecto de final de carrera de Chazelle, Guy and Madeline on a Park Bench, película musical en blanco y negro inspirada en títulos como Los paraguas de Cherburgo (1964).

NO TODO FUE FÁCIL

Chazelle confiaba en que Guy and Madeline resultaría una prueba suficiente de su talento cuando, poco después de que viera la luz y recibiera una cálida acogida, tuvo listo el guion de La La Land. Descubrió que las cosas no son tan fáciles. «En cada reunión me topaba con las mismas expresiones de escepticismo. En una de ellas o dos me dieron alguna esperanza, pero al final los inversores cambiaron de opinión». Ahora agradece aquella sucesión de negativas. «Si hubiera hecho la película entonces, sin saber lo que sé ahora y con un presupuesto insuficiente, habría sido un desastre».

Entonces su reacción fue poner codos escribiendo «el tipo de guiones que la industria parecía querer». Entre ellos firmó el de El último exorcismo 2 y el de Grand Piano (2013).

Al mismo tiempo, impaciente por volver a ponerse tras la cámara, decidió escribir rápidamente una historia pequeña, sencilla y eficaz que pudiera dirigir él mismo. En apenas diez días completó la primera versión de un guion basado en sus experiencias adolescentes como baterista. «El profesor nos tenía aterrados. Nos gritaba y nos insultaba constantemente, y algunos compañeros los echó sin miramientos”. Acabó rodando Whiplash en 19 días. La película causó furor en Sundance y Cannes y acabó dándole un Oscar en su categoría al actor J.K. Simmons.

Después de eso, nadie se atrevió a toserle. Y lo que pasó después ya lo sabemos: La La Land, aplausos, Oscars, la gloria. Y ahora que Chazelle ha tocado las estrellas, parece tener intención de quedarse un rato ahí arriba. Su próxima película es la historia de Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la luna.