Un siglo después, la cultura del swing no solo se mantiene vigente sino que en los últimos años está cogiendo músculo en una tendencia que no ha escapado a Zaragoza. «Es una cultura que surge en los años 20, en un momento apasionante y que tiene detrás una historia de superación en una época de segregación racial en Estados Unidos y asociada a la comunidad afroamericana. Esa realidad social tan complicada le dota de una riqueza y profundidad que hace que trascienda a mucho más que a una hora a la semana que son las clases», explica Jorge Cuadri, de la academia Zaraswing, que inició su andadura en la capital aragonesa en el 2011.

Actualmente, el swing (el concepto está asociado a la música que a su vez ofrece varios bailes, de los que el más practicado es el lindy hop) está más que afianzado en Zaragoza, una ciudad que cuenta con tres academias (Zaraswing, Cotton Swing-School y Swing & Co), una asociación (Swing On) y dos festivales (Zaraswing Festival y Pingoletus, que precisamente se está celebrando este fin de semana). Pero ¿cuál es el motivo del boom que se está viviendo ahora mismo en buena parte del mundo con esta cultura?

«No se puede bailar swing sin sonreír», desliza Jorge Cuadri, que lo apunta como una de las características irrenunciables de esta cultura. «La música en general es alegre y divertida y la gente sonríe. Es verdad que si miras la pista de baile de otras disciplinas no se ve tanta sonrisa porque la música también es más seria», relatan Cris Adán y Jon Kay, de la academia Swing & Co. Algo que refrendan Bárbara Lasmarias y Óscar Pascual, de Cotton Swing-School: «Ya desde sus orígenes el lindy hop es un baile de rebeldía y diversión por parte de los jóvenes del Harlem, por ello, sus movimientos huyen de la seriedad de los bailes de salón y está lleno de pasos locos y divertidos».

Más allá de las tres academias, Zaragoza también cuenta con la asociación Swing On, que nació en el 2013 con el objetivo, explica su actual presidente Pepe Gabás, de «fomentar la cultura swing, integrar las distintas escenas y academias que hay en Zaragoza y, al mismo tiempo, colaborar con entidades sociales». La asociación colabora con residencias de ancianos, con la Asociación Española contra el Cáncer o con la unidad de lesionados medulares del Miguel Servet: «Son cosas que las escuelas no van a hacer y es a lo que llegamos nosotros. No somos una competencia de las academias», relata Gabás, que difiere un poco de los motivos por el que la cultura swing está creciendo tanto en los últimos años: «Surgió a raíz de la Gran Depresión y algunas teorías hacen un paralelismo con la situación de ahora, que es una válvula de escape, pero lo que yo creo es que está de moda porque sobre todo el lindy hop es un baile más abierto que otros, te da mucha libertad para bailarlo y a eso hay que unirle que tiene un punto de improvisación vinculado al jazz».

«Es un baile desenfadado y alegre -apuntan Lasmarías y Pascual- con una música que gusta a todo el mundo pero creemos que se ha hecho tan popular gracias a que hemos salido a bailar en las plazas. Mucha gente nos ha visto bailando en la calle y se ha contagiado».

A todo esto hay que añadir algo en lo que todos coinciden, el carácter social que lleva implícito esta cultura: «A las personas nos gusta socializar y el swing se presta a ello, acogemos a la gente con los brazos abiertos», indica Lasmarías. «Se generan unos vínculos muy fuertes entre las personas que están bailando y eso genera que las personas se comuniquen y tengan un esparcimiento de sus problemas cotidianos vinculados a través del baile y, sobre todo, de la música. Eso en una sociedad en la que vivimos todos estresados, te da vida. Además, si tú no eres majo, la gente te rechaza, esto es así en el swing», afirman Adán y Kay.

«Es mucho más que ir a una clase de baile una hora por semana», relata Jorge Cuadri, que continúa: «Todo el potencial del swing se ve realmente en el baile social. El buen rollo se traduce a todo, a la manera de relacionarse y de tratarse, es una de las normas no escritas».

Con respecto al perfil medio de los inoculados por esta fiebre del swing, las academias trazan un perfil: «Nuestro alumnado tiene una media de edad de entre 30 y 35 años y nuestro principal objetivo es conseguir bajar la media, hay que hacer llegar esta cultura a la gente más joven porque cuando lo prueban se divierten», revela Cuadri. «En Swing & Co, la media de edad rondará los cuarenta y algo pero tenemos también tanto alumnos con veintitantos como jubilados. Es muy chulo ver la mezcla de edades y generaciones, lo bien que se entienden entre ellos y las relaciones que surgen», relatan Adán y Kay. «Es un baile apto y atrayente para cualquier edad, donde los jóvenes se ven atraídos por los ritmos rápidos y las fiestas nocturnas; y las parejas que ya han visto crecer a sus hijos vuelven a revivir su juventud y buscando un ocio que compartir juntos. Estamos muy contentos de haber conseguido atraer a gente de 20 años a bailar en pareja», aseguran, por su parte, Lasmarías y Pascual.

Como sucede en casi todos los bailes, la mayoría también son mujeres aunque es una tendencia que está cambiando: «Cada día más hombres se atreven a probar y en muchas parejas son ellos los que vienen con más motivación», revelan desde Cotton Swing-School. En ese sentido, Cris Adán y Jon Kay, de Swing 6 Co, aluden a los roles tradicionales en el swing en el que los hombres suelen ser leaders y las mujeres followers: «Quien ha liderado el baile tradicionalmente han sido los hombres pero ahora muchas mujeres se están subiendo al carro de liderar porque están hartas de esperar a hombres que quieran bailar», aseguran Adán y Kay. Problema que también hay en Zaraswing. Desde Swing On, Gabás, por su parte, lo tiene claro: «La solución es sencilla, ahora que las mujeres asumen responsabilidades en muchos ámbitos, hay que animarles a que lo hagan también en el baile y eso se hace siendo leaders, que además les abrirá muchas puertas para bailar lo que quieran».