"Toda una vida dedicada a la construcción de maquinaria agrícola no fue obstáculo para que la empresa Manuel Barrio, enclavada en el Camino de La Almozara, retomara el planteamiento de los microcoches a mediados de los años 60", subraya Pascual Laborda. Los hermanos Barrio lograron "un hermoso cóctel al combinar elementos procedentes de utilitarios nacionales modestos, junto al diseño y construcción de piezas propias. Las ruedas, motor y plataforma, convenientemente reducida, pertenecían a un Citroën 2 CV de 1964, mientras que el salpicadero y el volante era de un Renault 4 L". El frontal de la carrocería era de un 600, reconvertido y con rejilla para dejar pasar el aire. Fue, asegura, un proyecto que planteó con anticipación los problemas futuros de circulación y aparcamiento en la ciudad.

Era tan pequeño que podía ser aparcado en perpendicular a la acera. Pero el proyectó pinchó: la Administración le exigía la fabricación de 5.000 unidades anuales para concederle licencia. "El prototipo quedó en pieza única y afortunadamente ha logrado resistirse al soplete. Hoy forma parte de una colección privada".