INTERPRETES: Amici Musicae, Orquesta del CSMA, Juan Luis Martínez

LUGAR: Sala Mozart del Auditorio

FECHA: Martes, 5 de octubre

ASISTENCIA: Lleno

Henos aquí, diez años más viejos, rememorando la inauguración de nuestro flamante Auditorio, allá por el noventa y cuatro. La década se inició con dudas, pero ha dado mucho de sí, consiguiendo que por Zaragoza pasen varios de los mejores solistas, directores y orquestas del orbe. ¿Quién nos iba a decir que podríamos ver en vivo a la Sinfónica de Londres? ¡Dos veces!

Mucho del mérito se debe, pese a quien pese, a Miguel Angel Tapia, coordinador del Auditorio en toda su andadura, y que ha sabido bregar con una clase política con escasas querencias por la música. A Tapia y su equipo se deben reconocer diez años que han puesto a la capital aragonesa en el circuito de conciertos, aprovechando en parte que Zaragoza no tiene orquesta propia (ni la tendrá a corto plazo) por una interesada y deliberada confusión local entre qué es cultura y qué es educación.

Para celebrar la década y ante la confesada falta de medios económicos (busquen en la hemeroteca la rueda de prensa de presentación), se optó por apostar por jóvenes músicos locales repitiendo los conciertos inaugurales: dos sesiones consecutivas, en idénticas fechas (ayer y hoy), con la Novena de Beethoven, precedida por los Cantos de Pleamar del turolense Antón García Abril.

Aunque las expectativas no fueran muy halagüeñas, lo cierto es que el concierto estuvo bastante bien. Juan Luis Martínez es uno de los pocos músicos que desarrollan su labor en Zaragoza de los que apenas he oído hablar mal. Lo que ha logrado de los jóvenes de la Orquesta del Conservatorio Superior es de todo punto loable. Martínez ha formado un muy notable sonido de cuerda (¡qué bonito en la remansada página de García Abril!) y parece transmitir a sus muchachos su gusto por el trabajo bien hecho. Los tres movimientos puramente instrumentales de la Novena demostraron capacidad de los jóvenes para empastar un sonido rico, buenas calidades de los solistas y una justa atención a la batuta que permitía arrancar una interpretación más allá de la ejecución correcta. El Coro Amici Musicae se encargaba de la Oda a la Alegría conclusiva. Teniendo en cuenta que se trata de un conjunto amateur y que Beethoven coloca a las voces en tesituras muy comprometidas en toda la obra, el coro local cumplió su papel.

El aplauso conclusivo estaba ganado de antemano (jugaban en casa), pero es de justicia reconocer la alta calidad final del producto: con la cabeza bien fría y sin creernos lo que no es, digan lo que digan los amiguetes.