"Es la última entrevista que doy por mucho tiempo". Es época de retirarse a descansar y a pensar en nuevos proyectos que ya tiene en la cabeza plasmar al papel. Bernardo Atxaga (Asteasu, Gipuzkoa, 1951) ha tocado casi todo: poesía, ensayos, literatura infantil y juvenil y un extenso etcétera. Lo último, Días de Nevada (Alfaguara) es una ensalada de relatos que ponen de manifiesto la cercanía entre ese estado norteamericano y Euskadi.

--Es extraño que Nevada sea un destino común en la diáspora vasca, siendo un lugar completamente distinto a Euskadi. ¿De dónde surge esta relación?

--Todo se debe al gold rush (fiebre del oro) de mediados del siglo XIX que empujó a millones de personas hacia el oeste americano. Se fueron italianos, rusos... y vascos, especialmente, vizcaínos. Después se produjo el efecto llamada hasta tal punto que en otro estado colindante como es Idaho, los apellidos de los gobernantes son vascos. De hecho, cuando Obama fue a Boise (la capital) le recibieron al grito de 'Gora Obama!'.

--En este libro conviven distintos géneros y registros. ¿Se atreve a encuadrarlo?

--A la hora de definirlo, tiendo a lo básico. Se trata de un relato hecho de muchos relatos, de los cuales algunos parecen crónicas, poesías o relatos más personales. Luego los ordeno y les doy vía libre si tienen una serie de condiciones. Entre ellas, que respondan al fondo poético del libro. Se puede asimilar a Obabakoak (su novela más exitosa) en un doble sentido. Por un lado, son una secesión de piezas que se van relacionando; y por otro, al igual que me fui a vivir a Villamediana, ahora me he ido al lejano oeste.

--¿Cuánto de Bernardo Atxaga en el protagonista de Días de Nevada?

--Es verdad que estoy presente. Por ejemplo, el tono que tiene el libro es mi tono, sin duda. Casi siempre aviso de cuánta cercanía hay en mis libros. Es decir, anuncio si estoy haciendo una crónica o no. La narración de la muerte de alguien cercano no puede ser la misma que la de un mítin de Obama.

--No es el único libro en el que aparece Paulino Uzcudun. ¿Qué le llama la atención de este boxeador?

--No me gusta escribir de aquello que no conozco. Hoy mismo escuchaba en la radio a una escritora que había escrito su libro situándolo en Palestina, un país que solo lo había pisado de paso... Yo nunca escribo de esta manera porque para mí la exactitud poética es fundamental. Uzcudun es un personaje muy significativo. Fue considerado un galáctico del boxeo y después la leyenda dice que colaboró con los nazis. Es una historia muy curiosa. Se dice que una de sus amantes en Hollywood, luego fue amante de Hitler, pero no tengo pruebas.

--Originalmente, escribió 180 fragmentos pero al final se quedaron en 140. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura?

--Algunos eran fáciles de quitar. El proceso tenía muchas fases y se ha ordenado de distintas formas. Al final he buscado un ritmo, una especie de corriente entre todos los textos. Quité los que me molestaron. Se me ocurre un fragmento sobre Lawrence de Arabia dando un discurso pero era muy ensayo y se salía de la corriente. De todas formas, algunos amigos que lo han leído en euskera y después en castellano me han dicho que no he hecho bien en quitar según qué cosas. Pero no es una traducción, es una versión.

--Como miembro de Euskaltzaindia (Academia de la Lengua Vasca), ¿en qué situación se encuentra la literatura vasca?

--La literatura es un fenómeno social que depende de la lengua. Antes, la situación del euskera era precaria: no había ikastolas, era una lengua minoritaria, de resistencia. A partir de los 80, hay un cambio porque se normaliza. La literatura es un reflejo de eso. Una de mis hijas, que tiene 15 años, tiene un examen de física y lo está estudiando en euskera. Hace 50 años eso hubiera sido delirante. En definitiva, creo que está en una buena situación, aunque tampoco idílica.