"Llévame caballo pequeño a la gran ciudad del sueño", le dice Miguel Hernández en el cuento 'La gran ciudad el sueño' a su hijo pequeño. Este es uno de los cuentos que recientemente ha adquirido la Biblioteca Nacional de España en un manuscrito del poeta y dramaturgo de la generación del 36, que posiblemente escribió durante su cautiverio en el Reformatorio de Adultos de Alicante.

Se trata de seis pequeñas hojas de 12x19 cm, escritas y con dibujos, cosidas en la parte superior por un hilo de color ocre, y con los bordes envejecidos e irregulares. Por el tamaño y la descripción se deduce que son hojitas de papel higiénico con las que se formó un pequeño cuaderno que tiene al final varias hojas en blanco.

Metáforas y moralejas

El poeta, enfermo en su última etapa de vida por la tuberculosis, vivía con el anhelo de ver a su mujer e hijos. Precisamente los cuentos están escritos para su hijo Manuel Miguel. El manuscrito cuenta con cuatro relatos infantiles: 'El potro oscuro', 'El conejito', 'Un hogar en el árbol' y 'La gatita Mancha y el ovillo rojo'. La metáfora de la libertad y del encierro queda plasmada en cada uno de ellos con historias de animales y niños para que su hijo las leyera, como esta en la que dice: "Porque el gato más valiente, si sale escaldado un día, huye del agua caliente, pero también de la fría".

Hernández entregó los cuentos a Eusebio Oca Pérez -maestro, periodista, dibujante-, con quien se reencontró en el Reformatorio. Es Eusebio quien confeccionó con dos de ellos un libro lleno de dibujos: 'El potro oscuro' y 'El conejito', para que Miguel se los entregara a su hijo. Aunque toda su intención era dárselos personalmente, finalmente no pudo cumplir su ilusión, tal y como cuenta su mujer, Josefina Manresa, en su libro 'Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández'. "Transcurrió un mes hasta que pude ver a mi marido, lo sacaban entre dos personas, que no sé si serían presos, cogido del brazo, y lo dejaron agarrado a la reja. Llevaba un libro en la mano, eran dos cuentos para nuestro hijo… Al terminarse la comunicación, quiso darle él por su mano el libro al niño, y no le dejaron hacerlo. Un guardia se lo tomó y me lo dio a mí", explica.

Muerte en el Reformatorio

Miguel Hernández, que murió en 28 de marzo de 1942, escribió estos cuentos posiblemente en 1941, en el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde llegó desde el Penal de Ocaña. Allí pasó sus útlimos días encerrado en la enfermería de la prisión, acosado por tres sacerdotes que buscaban su reconversión y la abjuración de sus ideas. Pero el escritor se resistió, negando su retractación política, lo que impidió, casi con toda seguridad, su ingreso en el sanatorio antituberculoso valenciano de Porta Coeli. Desgraciadamente, la orden de traslado llegó pocos días antes de su muerte.

Fue José Carlos Rovira, catedrático de literatura hispanoamericana en la Universidad de Alicante, quien editó en 1988 los cuentos en facsímil. El catedrático explica que el poeta quiso hacer pasar los escritos por una traducción de unos cuentos ingleses al castellano, quizás para evitar que la censura de la cárcel los interceptara. Aunque dos de ellos se conocían y se había realizado una publicación facsímil en 1988 - 'Dos cuentos para Manolillo'- , no por ello la existencia del manuscrito es menos impactante.

La Biblioteca Nacional conserva más piezas de Hernández, aunque los cuentos representan otro aspecto de su escritura. Según indica Rovira, "en estas últimas ausencias de Miguel Hernández tenemos la metáfora infantil para su hijo, de lo que en otra clave estaba escribiendo para aquel inacabado libro que debía llamarse 'Cancionero y Romancero de ausencias', en el que decía "soy una abierta ventana que escucha, por donde ver tenebrosa la vida. Pero hay un rayo de sol en la lucha, que siempre deja la sombra vencida".