El que antaño fue emblema de la generación X, el más moderno y precoz exponente de la literatura de la era yuppie, odia a los 'millenials'. Le parecen unos quejicas, que han forjado su estatus victimizándose ante el resto de la humanidad, que los maltrata o los subestima. Parece que se ha hecho una imagen de ellos a base de echarse novios que lo son, por lo que sus ataques tienen el aspecto del ajuste de cuentas tras una pelea de alcoba.

Pero, cuidado, todos somos Bret Easton Ellis; y si no que tire la primera piedra el que no piense que las generaciones más jóvenes son peores que la suya, más indolentes y menos comprometidas con el mundo. Ese pensamiento, un tanto infantil, surge quizás como venganza por no poder nacer otra vez, o quizás porque es el papel que le toca interpretar a una vieja gloria que se cree demasiado sabia. Hay algo, pues, en los ocho ensayos de 'Blanco', que pueden leerse como un candoroso autorretrato -que no autobiografía-, de tremendamente reaccionario. Una cierta nostalgia por un tiempo en que la rebeldía se vestía con hombreras, esnifaba cocaína y bailaba a Giorgio Moroder bajo luces de neón.

En ese dejarse llevar por la nostalgia, nos hace ilusión que fuera un adolescente fan de las películas de terror -¡'Matar o no matar'! ¡'La Cosa'! ¡'La profecía'!- y que su educación sentimental, sexual y cinéfila se forjara según los patrones bressonianos de 'American Gigolo'. Es mucho más interesante lo que tiene que decir sobre el poder icónico de Richard Gere que los comentarios que suelta sobre actores que entrevistó para revistas o para su famoso podcast (Judd Nelson, Jason Schwartzmann), que deberían

de ser más reveladores (con Tom Cruise compartió ascensor). A veces Ellis conserva sus dotes de observador sagaz de la realidad contemporánea -aquella que amenaza con desaparecer por combustión espontánea-, las que convirtieron a Patrick Bateman en el antihéroe de la era Reagan, en la que valías lo que costaba tu último traje o tu última bicicleta estática. Es una pena que la controversia surgida a raíz de 'American Psycho' ensombrezca por completo la existencia de una novela tan visionaria como 'Glamourama', a la que ignora por motivos inexplicables.

'American Psycho' funciona como puerta de ingreso a la verdadera preocupación de Bret Easton Ellis, que no es otra que la cuestión de lo políticamente correcto en la era de las redes sociales. El autor de 'Menos que cero' reivindica la necesidad de poner el dedo en la llaga en un momento en que los discursos socioculturales parecen codificados para rebatir cualquier disensión incómoda, sobre todo si llega en forma de tuit. Da la impresión de que Ellis quiere reclamar para sí mismo la relevancia que tuvo un día como prescriptor de tendencias sociológicas, y que ahora parece haberse reducido al papel de troll en twitter. 'Blanco' es, en ese sentido, un libro conmovedor sobre las cuitas de un escritor con una manera de entender la fama, la suya, que es completamente analógica en un contexto donde la estupidez digital se propaga más deprisa que el coronavirus.