La música moderna africana tiene en el camerunés Blick Bassy (Yaoundé,1974) uno de sus representantes más notables. Bassy, intérprete de voz espléndida, además de tocar el banjo y la guitarra, canta principalmente en bassa, una de las 260 lenguas que se hablan en Camerún, aunque también puede hacerlo en inglés y francés. Acompañado por Clément Petit, un violonchelista capaz de sacar al instrumento los sonidos más audaces, y por Johan Blanc, teclista y trombonista de la que podríamos llamar escuela vanguardista de Nueva Orleans, Blick Bassy reformula la africanía pasándola por el blues (uno de sus hijos), en rotundo homenaje a su admirado Skip James (1902-1969).

Lo suyo es un viaje de ida y vuelta, pero no lineal sino gozosamente sinuoso, pues los patrones sonoros se entremezclan y los conceptos se engarzan, por lo que el resultado es una originalidad tan saludable como atractiva. Pero hay más: a los excelentes apuntes que Petit y Blanc aportan a los hallazgos de Bassy hay que sumar la singular organización que el músico hace de sus conciertos, jugando con diferentes planos de la voz (con tres micrófonos distintos), pasando sin traumas de lo urbano y lo tribal y al revés, y prolongando una pieza de Skip James, que comienza cantando sobre una grabación del bluesman de Mississippi y resuelve con aportaciones propias.

El domingo, el público que llenó el auditorio de CaixaForum premió con sentidos aplausos la propuesta de un artista excepcional en su calidad musical y cercano en su relación con el espectador. Armó un programa con piezas en las que prácticamente repasó Akö, su disco más reciente (de Aké a One Love, pasando por Kiki, Lon, Moût, Ndjè yem, Tel Me,,,) y que cerró en el bis con Nlal, una canción de Léman, su álbum de 2009.

Serenados los ánimos en eso que erróneamente se llamó world music, creadores como Blick Bassy contribuyen con talento a la superación de falsas etiquetas. Escucharle en directo es placer enorme.