Nacido en Colorado (1969), pero residente en Mueva Orleans, Corey Harris es un músico tan apasionado por los viejos sonidos del blues como por los orígenes de la música negra norteamericana y caribeña (su aspecto rastafari lo delata). Es un cantante notable y un guitarrista excepcional, capaz de usar varias técnicas al mismo tiempo. El sábado, ante un público lamentablemente escaso actuó en Las Armas, dentro del ciclo Blues armado. Llegó acompañado por una banda de instrumentistas contratados que no era la suya, profesional, pero floja para las exigencias de la propuesta de Corey. De ahí que, salvo alguna pieza como Money On My Mid, en la que el blues casi se alía con el funk y el rap, lo más interesante de su actuación estuvo en el intenso y largo set que ofreció en solitario, con piezas célebres como 61 Highway Blues y Yo Got To Move, ambas de Fred McDowell (1904-1972). Así que, visto lo escuchado, él solito en el escenario durante todo el concierto habría salvado la velada perfectamente. Pero no me malinterpreten: no es que las canciones que tocó con el grupo fueran un desastre.

Abrió con Catfish Blues, esa pieza de titularidad incierta que ha grabado en varios de sus discos y de la que ha hecho hermosas versiones con Ali Farka Touré y Moh! Kouyaté. Luego, con Big Road Blues y Daily Bread, nos paseó por los álbumes que publicó en 2003 y 2005. Y con Mama África (o Farafina, como prefieran) se acercó al Caribe, y con Watching You, al blues del desierto. Tras el excelente break acústico abordó con la banda el final de la velada a través de composiciones como la mencionada Money On My Mind, Keep Your Lamp Trimmed and Burning y Walking Blues. Antes de retirarse retomó en solitario Mama África.

El blues, el ciclo de blues y Corey Harris, artífice de tan espléndida oferta sonora como la del sábado, se merecían una asistencia de público más numerosa. Puede que la presencia en la sala López de Guadalupe Plata restara espectadores; pero así y todo, que un tipo que lleva un puñado de años penetrando en el alma del blues no tenga un centenar de seguidores en Zaragoza es un síntoma preocupante. Pero eso sí: ¡Somos la hostia de modernos!