Cuando Bryon Widner entraba en una tienda los demás clientes agarraban a sus hijos para protegerlos; cuando iba a un restaurante, se hacía el silencio; cuando paseaba por la calle, los otros peatones se cambiaban de acera; y él se sentía orgulloso del miedo que inspiraba. Tenía símbolos de violencia racista tatuados en su rostro y la palabra 'HATE' ('odio') estampada en los nudillos de su mano derecha, la que usaba para noquear a sus víctimas. Las esvásticas le adornaban la cabeza rapada. En su frente, una flecha gruesa y negra simbolizaba su disposición a morir por su raza.

Widner se convirtió en un 'skinhead' a los 14 años, y durante los siguientes 16 formó parte de algunos de los grupos de racistas más notorios y violentos de Estados Unidos. Su brutalidad era tal que le apodaban 'Pit bull'; tenía una inclinación particular por cortar las caras de las víctimas con una cuchilla de afeitar para que nunca se olvidaran de él. Sin embargo, un día Widner encontró el amor, y decidió alejarse del racismo y la violencia. Pero, ¿cómo podría construir una nueva vida con una cara marcada de odio xenófobo con tinta indeleble? Su historia es recreada en 'Skin', el 'biopic' dirigido por Guy Nattiv y protagonizado por Jamie Bell (foto sobre estas líneas) que ahora llega a los cines.

SÍMBOLOS NEONAZIS

Al igual que Widner, Julie Larsen tenía brazos y piernas cubiertos con símbolos neonazis, y era activa en organizaciones supremacistas blancas. Pero a los 30 años, empezó a cuestionar sus creencias racistas. Se cansó de decirles a sus cuatro hijos que no podían ver las películas de Walt Disney porque en Hollywood mandaban los judíos. Anhelaba otra vida. Y, a su lado, Widner comprendió que él quería lo mismo, las rutinas diarias con sus hijastros. Y cuando el pequeño Tyrson Widner nació en noviembre del 2006 se prometió que protegería a su hijo de una vida de violencia y odio.

Bryon Widner se sometió a dolorosas operaciones para eliminar los tatuajes de inspiración fascista de su piel. Abajo, a la derecha, tal como quedó su cara al final del proceso. / AP / DUKE TRIBBLE (COURTESY OF MSNBC AND BRILL BRUMMEL PRODUCTIONS)

Hacerlo le obligó a enfrentarse a varios demonios. Por un lado, sus antiguos compañeros 'skinheads' se volvieron contra él, difundiendo informaciones falsas en internet, acusándolo de ser un traidor y un desviado sexual y amenazándolo por teléfono en mitad de la noche. Por otro, estaba la vergüenza: cuando recogía a los niños de la escuela, los padres y los maestros lo miraban con horror, y le resultaba imposible encontrar un trabajo. Empezó a verse a sí mismo como lo veían los demás.

Empezó a investigar métodos caseros para borrar los tatuajes de su rostro -por entonces, los especialistas que practicaban esa cirugía eran pocos y muy caros-, y hasta llegó a plantearse la posibilidad de rociarse la cara con ácido. Finalmente, como la película relata, obtuvo la ayuda financiera que necesitaba de la fuente más inesperada: el activismo afroamericano.

Entre junio del 2009 y octubre del 2010, Widner fue sometido a 25 dolorosas operaciones. Cuando las heridas sanaron, el pigmento de su rostro y sus manos quedó irreparablemente dañado, y empezó a sufrir migrañas con frecuencia. Y lo hizo a gusto. Era un pequeño precio a pagar por sentirse de nuevo una persona.