No deja de ser inquietante que dos libros que abordan la misma cuestión mantengan posiciones tan enfrentadas, tanto en las tesis como en los principios que las fundamentan. Como era previsible, en su obra más relevante desde hace una década, Hegemonía o supervivencia (Ediciones B), Noam Chomsky (Filadelfia, 1928) ratifica su oposición a la política global de Estados Unidos, y lo hace, una vez más, desde el rigor y la contundencia de los argumentos. Es ésta la tesis central de Hegemonía o supervivencia: la invasión de Irak no es la respuesta a un acontecimiento sin precedentes como el 11-S, no es el resultado de una nueva situación mundial, sino que supone la continuación, ahora legitimada para y por muchos, de la estrategia de dominio ejercida por la mayor potencia bélica del planeta. Antaño el pretexto de agresión, velado o declarado, era el comunismo, ahora es el terrorismo; pero tanto los métodos como los objetivos persisten.

André Glucksmann (Boulogne, 1937), por su parte, radicaliza su análisis ideológico de Occidente. Lo cierto es que la falta de rigor y de coherencia intelectual son desconcertantes en Occidente contra Occidente (Taurus. Ejercer de enfant terrible puede ser muy útil e incluso necesario en una situación de parálisis crítica generalizada, pero casi es ofensivo al lado de los escalofriantes documentos aportados por Chomsky.

Las contradicciones y partidismos de los gobiernos contrarios a la invasión de Irak deben ser analizados desde la ecuanimidad que, precisamente, exige la quiebra ideológica a la que apunta Glucksmann.