Esas venas tensas y fuertes con trayectorias que parecen erráticas bajo el cuero del caballo son la expresión plástica del brío, más que el juego de las aletas o el repliegue del belfo en el relincho. Se abrió ayer en Zaragoza el salón del Toro y del Caballo, y en el pabellón 5 de la Feria se desplegaba el concurso morfológico.

Miraban los jueces la planta nerviosa, tan cerca de nuestro concepto de la locura en la carrera suelta, pero también la amplitud serena de los movimientos, la fuerza de los caballos, los aplomos... Cómo caen las extremidades, la cara, el cuello y la grupa, la inserción de la cola, el posterior un poco remetido. "El caballo español tiene líneas más redondas y cuellos potentes", explicaba Jorge Casajús, un jinete zaragozano que enseña a la gente a montar.

Eran elegantes hasta echados, en la forma de recoger las patas. Pero no sólo había en el Salón ese concurso de morfologías, sino que ya estaban trenzando las crines del cuello a Quimono II para una demostración de doma clásica. María Oliván tiene 13 años y descubrió en Castiello de Jaca la alegría de montar en un pony en la finca de unos amigos.

Ya ha sido campeona de España de doma clásica en categoría infantil y medalla de bronce en el campeonato de España, además de otros galardones con Ayhesa . Aún recuerda cómo a los seis años, cuando empezó, le dolían las piernas. Ahora compite por primera vez con un caballo y ha ganado este mes el Open Sports Club de Barcelona. También saldría ayer a la pista el pony holandés Aristo V , la cara metida en un pozal, que recordaba la escena nocturna de Platero que bebía un cubo de estrellas .

El salón estaba lleno de nombres propios. Con una brocha limpiaban los cascos a la toledana Curiosa de cuatro años. Y había un sifín de firmas para vender botas, sillas inglesas completas, zahones de piel para jinetes y todos los arreos y atalajes del caballo, cascabeles, correas y gualdrapas, monturas, enganches y estribos. Sin contar los carruajes.

Los feriantes señalaban que después de Zaragoza irán a Puerto Lumbreras (Murcia). José, de Sueca, sentenciaba: "Cabeza viva no tiene precio". Un caballo puede costar 100.000 pesetas o 25 millones, en un mercado que "va a más".

Pero más allá de los corceles, bajo la misma nave, se desplegaba un mundo de capotes (a 209 euros uno de verdad, por cierto) y de roscaderos. En una plaza portátil actuaba una cuadrilla de Alfajarín formando una piña detrás de un cuévano para "sujetar a la vaca". Santiago Morán, Sergio Díaz, Sebastián Cortés y Carlos Blanca llevan dos años empleándose en las fiestas de los pueblos como una máquina de recibir .

Estaban todas las vaquillas apretadas en un corral minúsculo, todos los cuernos en la misma dirección, como un racimo de cinco diminutas ferocidades y ojos ingenuos, prestas a salir con los cuernos bajos para entrar al cesto: "Lo único que se requiere para esto es tranquilidad, no ponerse nervioso y algo de fuerza, claro", explicaban los mozos. Y aguantaban elevados por los aires los de los extremos sin soltarse, como las legiones romanas ante el ataque. Por todos los sitios se vendían cosas de cuero.

Porque las estrellas ayer eran los caballos. Una niña, detrás de la valla pasaba la mano a uno, alazán, por toda la frente hasta el belfo:

--¿No le tienes miedo?

Ella se volvió despacio:

--No.