Resulta complicado encontrar una película con personalidad propia en el terreno de la comedia romántica, un género habitualmente lastrado por los clichés y las fórmulas preestablecidas, en el que hay poco lugar para las sorpresas, sobre todo cuando se trata de la adaptación de un best-seller que pertenece al género de la literatura femenina. Por eso, Gente que viene y bah supone un bálsamo gracias a su capacidad para establecer un modelo que va más allá de las modas y que apuesta por la calidez y la cercanía, el humanismo y las reflexiones sobre asuntos universales, como la búsqueda de la felicidad que, dentro de nuestra opresiva y autómata sociedad actual, terminan por adquirir un nuevo sentido.

La ópera prima de Patricia Font tiene la virtud de escapar del ambiente cosmopolita que caracteriza a las películas generacionales para trasladarse a un pueblo de la costa de Barcelona y dejarse inundar por su luminosidad. Así, la película se contagia de esa energía positiva mediterránea, de su atmósfera relajada y, aunque gire en torno a temas duros como la pérdida, el vacío y la crisis personal, se transforma en una divertida y emocionante historia sobre los vínculos familiares, capaz de trasformar la melancolía subyacente en una oda a la necesidad de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, ya sea desde una canción de Baccara hasta un atardecer mirando el mar. Y todo gracias a una puesta en escena orgánica, sencilla pero efectiva, y a un reparto coral que logra conmover y divertir de una forma serena, sin apelar al exceso gratuito. beatriz martínez

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‘Gente que viene y bah’

Patricia Font