La organización del Monegros Desert Festival planificó una serie de cambios, cuyo resultado ha sido más que satisfactorio. En esta edición, 35.000 han sido las visitas que Monegros ha recibido, 8.000 personas más que el año pasado, y sin embargo, todo ha funcionado perceptiblemente mejor que en el 2003.

La habilitación de distintas entradas al festival en la N-II según la procedencia de los vehículos, y la separación de distintas zonas de aparcamiento, lograron una mayor fluidez del tráfico.

Por otra parte, el amplio despliegue de seguridad, con una intensa colaboración de la Guardia Civil en los accesos y el trabajo de los 200 porteros y controladores del propio recinto, fue el encargado de que la fiesta transcurriera con relativa calma.

En la puerta, un primer control diferenciaba dos filas según el sexo de los asistentes que llegaban, con el fin de evitar la entrada de armas, sustancias prohibidas y bebidas y alimentos procedentes del exterior.

Al margen de las inevitables esperas ocasionadas en actos tan multitudinarios como el de Monegros, todo marchó como debía, y los principales problemas fueron de orden menor. Los excesos cometidos por alguno de los presentes y la falta de previsión que hizo que la Coca Cola se agotara al llegar la mañana del domingo, fueron los pequeños problemas de la jornada. Los miembros de seguridad allí estaban para solucionar el primero. Sin embargo, para el otro, no hubo solución y los aficionados a los cubatas tuvieron que mezclarlos con otros tipos de refrescos.