Si los senderos del jardín que proponía Borges se bifurcaban, es porque en algún momento habían confluido. Este podría ser uno de los planteamientos de Camino de Sardes, de Clara Janés, que pasa a formar parte del asombroso catálogo de Libros del Innombrable. Ese camino del título es largo, pero el itinerario que ofrece está lleno de iluminaciones y sugerencias, que hacen de este un libro fascinante desde la imagen de su cubierta, sacada de una película imaginaria de Bergman.

El recorrido que dibuja Camino de Sardes es como aquellos viajes iniciáticos que se culminan de manera distinta a como se habían empezado, una peregrinación en la que la esencia del camino va mutando con una lógica inevitable. Y a pesar de que la autora advierte de cuáles son sus intenciones en las palabras preliminares del libro, esa evolución de la materia que trata se hace sorprendentemente maravillosa.

El libro comienza siendo un repaso profundo por la poesía nórdica contemporánea, que Clara Janés aborda desde distintos temas, motivos o conceptos. En ellos encuentra unos sutiles hilos de conexión con otras culturas en principio alejadas y ajenas a las del norte: la luz (y la sombra), el viento, la palabra, el mar son algunas de estas ideas que Clara Janés desvela y desentraña, y que le permiten irse acercando poco a poco a esa ciudad de Sardes que funciona como eje a partir del cual el estudio deja los autores escandinavos para acercarse a otros eslabones de "esta cadena de cantores de lo oculto".

Efectivamente, son los antiguos iniciados meridionales (griegos o judíos, pero también persas o árabes) quienes protagonizan la segunda parte del libro, hacia los que Clara Janés despliega una red de abundantes referencias, que recuerdan la capacidad asociativa de otro caminante de los senderos más secretos en busca de la sabiduría más clara: Juan Eduardo Cirlot, cuya presencia como poeta y crítico bien podría presidir este camino de doble dirección.