En 1930 el joven pintor Juan Manuel Díaz-Caneja (Palencia, 1905-Madrid, 1988) llegó a Zaragoza cuando su padre fue nombrado gobernador civil. Apenas residió seis meses en la ciudad pero desde su llegada supo dónde acudir, y se me ocurre que pudo ser su íntimo amigo Gil Bel (Utebo, 1895-Madrid, 1949) quien le puso en contacto con José Luis González Bernal (Zaragoza, 1908-París, 1939) que, en aquellas fechas, compartía estudio con Manuel Corrales (Santa Cruz de Tenerife, 1910-Vigo, 1985) en un ático de la antigua plaza de Huesca, junto a la iglesia de San Juan de los Panetes.

En una carta de González Bernal dirigida a Mª Pilar Lozano le comenta que comparte el estudio con Corrales y Caneja. Las dos únicas fotografías que se conservan fueron tomadas en Zaragoza: en una, vemos a Bernal y Caneja durante uno de sus paseos y en la otra, Bernal posa sobre un caballito de cartón en compañía de Gil Bel, Caneja y un desconocido. El doctor Julián Vizcaíno fue el autor de esta instantánea divertida del grupo de amigos durante la exposición de Bernal en el Rincón de Goya, en octubre de 1930. Del catálogo editado para la exposición José Luis González Bernal (1908-1939) por las Cortes de Aragón, en 2001, anotamos los siguientes datos: Caneja les presentó a Jesús Olasagasti y a Luis Gutiérrez Solana que Bernal retrató a plumilla en su pueblo de Espinosa de los Monteros, en 1931. En la correspondencia que Bernal mantiene con su enamorada Mª José Vallés, recién instalada en Madrid, donde ya residía Caneja, le dice: «... no digas a Juan Manuel que te quiero. Quiérele...»; y en la tarjeta de invitación de la exposición que presentó con Corrales en el Mercantil, en mayo de 1931, le escribe: «Tú estarás muy guapa en Madrid. ¿Y Juan Manuel? Te ama. Yo sí, querida mía...». El 28 de mayo insiste: «Sin noticias tuyas hace un mes. Juan Manuel es un arrivista y yo un celoso». Caneja le tranquiliza, con humor, desde Palencia: «Te mando fotografías, flores, pelo, et un bon poure une cravate (sic) y, puesto que no tengo novia, por lo tanto me sobran gestos, movimientos, palabras que no sé qué hacer con ellos».

En agosto Bernal participó en el I Salón de Artistas Independientes en el Ateneo de Santander, y allí pasó unos días con Caneja. Y en 1932, ya en París, Bernal recibe de Caneja un pequeño dibujo de un florero con la dedicatoria: «A mi amigo París-Zaragoza-Santander, José Luis G. Bernal, se lo manda su otro amigo, Juan Manuel D. Caneja. Madrid, 5-6-1932». Imagino que hubo más cartas o, mejor aún, que volvieron a verse. Pero no existen documentos.

En París

Al igual que Caneja, Bernal viajó en 1929 a París. Más allá de que pudieran coincidir, según señalan algunos autores aunque sin testimonios que lo confirmen, lo importante es el intercambio de experiencias durante el tiempo que compartieron estudio en Zaragoza, con Manuel Corrales. De Caneja no se conocen obras fechadas en 1930 pero estarían muy próximas a sus «composiciones cubistas» -solo hay una fechada en 1931-, pinturas de estructura constructiva sin referencias figurativas que, como ha analizado Jaime Brihuega, delatan un conocimiento elaborado del cubismo que conoció antes de su viaje a París en el estudio de Vázquez Díaz y a través de las interpretaciones de artistas como Pelegrín, Moreno Villa o Palencia con quien paseó por Vallecas.

Sin figuración

La estructuración de planos neocubistas y el dibujo de contorno derivado de Picasso alla ingresca, señaló Lucía García de Carpi, están presentes en las obras que González Bernal hizo en aquellos años, previas a su incursión definitiva en el surrealismo en los años treinta. La mayor diferencia entre ambos reside en la ausencia de figuración en las obras de Caneja, un asunto que aconsejaría retrasar las fechas a 1932-1935, según Brihuega, de tal modo que la figura todavía podría estar presente en las obras que pudo realizar en Zaragoza. No andaban lejos las preocupaciones estéticas de Manuel Corrales. El 13 de abril de 1930, el nº 1 del periódico quincenal Cierzo, cuyo redactor jefe era Tomás Seral y Casas, publicó el artículo La pintura ‘negra’ de Manuel Corrales que firmó A. B. De la pintura negra de Corrales, «su actual posición», el autor hizo alusión al interés del artista por las investigaciones de los cubistas, «aunque atenuando la austera disciplina de la pintura abstracta y absoluta, con sugerencias expresionistas y atento sentimiento de los elementos subsconscientes y oníricos, que inyectan a sus cuadros una ostensible emoción humana, oculta en las obras de pintura pura». No andarían lejos de esta reflexión, pienso, las conversaciones que mantendrían Díaz Caneja, González Bernal y Corrales mientras pintaban en el estudio y durante las tertulias en los cafés más modernos de la ciudad.

El 1 de octubre de 1930 González Bernal inauguró su exposición individual en el Rincón de Goya. Presentó 24 cuadros, 25 gouaches y 20 dibujos. Para entonces Cierzo había dejado de editarse, sólo La Voz de Aragón hacía defensa del arte nuevo; ocurrió, sin embargo, que un tal Hidalgo decidió entrevistar al artista en vez de hacer la crítica de sus obras por no entenderlas, pese a los consejos de Bernal: «Mire usted despacio, para penetrar en mis cuadros tiene que abstraerse, olvidando el ambiente mezquino que nos rodea. En arte nuevo, con un sombrero y una americana puede hacerse un paisaje delicioso». Quienes no se acomplejaron en sus comentarios fueron los hermanos Albareda en El Noticiero: «Bernal ha venido a Zaragoza realizando esta incongruencia, suponemos que no saldrá defraudado si el número de visitantes no le responde a su esfuerzo; sin embargo, le queda el recurso de proclamar que sólo los selectos han visto sus obras y así queda en un airoso papel de profeta no comprendido, que se repite con harta frecuencia entre los que se autocalifican de intelectuales. Bernal es de los de vanguardia que militan bajo las banderas de los ismos que ya van quedando demodés».

Ante semejante panorama lo más aconsejable era salir corriendo. A Juan Manuel D. Caneja le faltó tiempo.

Chus Tudelilla es galerista y crítica de arte.