Hasta ahora pensar en Robert Capa era sinónimo de blanco y negro, de imágenes emblemáticas que forman parte de la historia, de un fotoperiodismo apasionadamente comprometido. Con Capa, no obstante, conviene estar preparado para descubrir y renovarse. Y la última oportunidad se despliega a partir de mañana en el Centro Internacional de Fotografía (ICP) de Nueva York, que hasta el 4 de mayo presenta Capa in color, una muestra de más de 125 imágenes, en muchos casos nunca vistas antes en público, que abren una nueva ventana a su trabajo y su personalidad.

No había esta vez una maleta, como la mexicana, que enterrara joyas que se creían perdidas. Pero fue precisamente la conclusión del extenso trabajo en ese cofre del tesoro la que llevó a Cynthia Young, comisaria del ICP, a mirar como nunca antes las cerca de 4.200 fotografías en color que estaban en los archivos del centro fundado por Cornell Capa.

«Las cosas tienen una manera de encontrar su momento adecuado», explica por teléfono Cynthia Young. «El fin del trabajo en la maleta mexicana fue el principio de abrir muchos aspectos de la colección de Capa que no se habían estudiado. Son unos trabajos que no se han tocado desde que se hicieron. Y sin la llegada de la tecnología digital habría sido imposible imprimirlos. Lo que hemos hecho no se podría haber hecho hace 20 años, quizá ni siquiera hace 10».

REVALORACIÓN DEL COLOR / La tecnología estaba ahí, para ayudar a recuperar el color que se había ido evaporando de las fotos tomadas con la película Ektachrome, más débil que la Kodachrome que también usó Capa. Y, además, la exploración del ICP de una obra que Capa empezó en 1941 y, sobre todo, a partir de 1947, cuando empezó a viajar siempre con una cámara para el blanco y negro y otra para el color, coincide con un momento de nueva mirada al trabajo en color en general.

En su día Henri Cartier-Bresson, uno de los cofundadores con Capa de la agencia Magnum, dijo: «¿Fotografía en color? Es algo indigerible, la negación de todos los valores tridimensionales de la fotografía». Como él, y durante mucho tiempo, el color se consideró terreno de aficionados. Pero algo ha cambiado. «Muchas fotos de los años 40, 50 y 60 están siendo reevaluadas y celebradas de forma en que no lo fueron en su día -cuenta Young-. Hay un nuevo entusiasmo y una nueva apreciación profunda por la fotografía en color. Ha llevado un tiempo».

Un viaje a Rusia con John Steinbeck, moda en París y Roma, esquí en los Alpes, glamurosas estrellas de Hollywood, el lujoso turismo de Biarritz... No es el trabajo más intenso de Capa, pero Young ve claramente ahí al hombre y al fotógrafo «comprometido con la vida, interesado en la gente, en cómo se vive en distintos lugares. Ves su curiosidad sobre distintas clases. Le interesa tanto la aristocracia como un pastelero».

El catálogo que acompaña la exposición, además, presenta la oportunidad de descubrir al Capa escritor. «Empezó a escribir para las revistas que publicaban las fotos en color. Y la concepción del fotógrafo en blanco y negro que no tenía palabras cambia radicalmente. En realidad tenía palabras, muchas». Y presentan a un Capa reflexivo pero también divertido y encantador.

MANTENERSE RELEVANTE / Que Capa hiciera mucho trabajo en color, además, «da también un sentido de lo duro que trabajaba para seguir siendo relevante. Sabía que las revistas querían color y por eso él se lo iba a dar. E iba a ser bueno, especial».

Life, Collier's, Holiday, Ladies's Journal... «Querían historias felices, emocionantes, glamurosas... Y él fue valiente, siempre esforzándose más en qué podía hacer como fotógrafo». A veces las publicaciones no le entendían, rechazaban sus propuestas. «Pero seguía adelante. No aceptaba un no por respuesta. Y si una revista no quería un trabajo, se lo intentaba vender a otra».

Con su empeño, Capa daba muestras de cómo tenía tomado el pulso al mercado y cómo se esforzaba para mantener viva a Magnum, «siempre con el ojo puesto en cómo apoyar el trabajo de todos los fotógrafos de la agencia que era su sueño». Se retaba también para intentar mejorar una técnica distinta, más difícil y lenta en esos orígenes. Y Young lo ve como «otra muestra del sentido de valor y aventura que se conoce de él como persona».

Sin imágenes especialmente emblemáticas en color (algo lógico si se recuerda, como hace Young, que en la guerra civil española y en el desembarco de Normandía disparó solo en blanco y negro) cabría preguntarse si Robert Capa era mejor fotógrafo en blanco y negro. Pero Young prefiere no elegir, «Lo que está claro -afirma- es que era un gran fotógrafo».