Tristemente, la carne mechada se ha puesto de actualidad en la última semana, por lo que quizá sea interesante aclarar algunas cosas acerca de tal concepto.

Mechar, en cocina, viene a significar introducir un elemento saborizante en otro crudo, con ayuda de la aguja de picar o mechadora. Por ejemplo, tiras de tocino o zanahoria en el lomo de cerdo, trufa en el capón o anchoas en una rodaja de atún. Con ello se consigue aportar jugosidad y sabores al elemento principal del plato, que suele ser asado o guisado.

Su nombre viene de las minas, pues los mineros mechaban la piedra con dinamita para extraer los minerales. Tal es el caso del conspicuo lomo andaluz, mechado con tocino y presentado al vacío envuelto en manteca. Que se sirve en rodajas, a modo de embutido, o bien deshilachado.

Pues la otra acepción de carne mechada, y de ahí la confusión de muchos, se refiere a la carne deshilachada o en hebras, que puede ser la anterior o cualquiera. De ahí surgen un gran número de platos en el Caribe, la propia Andalucía o Canarias, siendo más conocido como ropa vieja. Una cocina de aprovechamiento de restos, que permite combinarla con arroz, patatas, legumbres, etc.

Sentado lo cual no hay que demonizar cualquiera de los dos tipos de mechados. Lo que sí habrá que saber son los porqués de esta lamentable gestión de la crisis.

Especialmente en un país que cuenta con un buen sistema de inspección y alertas, por lo que, desgraciadamente, solamente se escribe y habla del mismo cuando no ha funcionado.

Con los datos que se han ido publicando parece claro que el problema va mucho más allá del sistema de control, que ha habido injerencias, descoordinación, apatía estival -esperemos−, etcétera.

Que una vez más un problema técnico, grave pero técnico, ha devenido en político por la incompetencia de muchos de nuestros dirigentes.

De ahí que no sean pocos quienes quieran mechar -en su sentido originario− a tantos incompetentes que mandan en las diferentes administraciones.