Al repasar la dilatada trayectoria actoral de Catherine Deneuve, lo más frecuente es destacar las dos películas que rodó con Luis Buñuel y las dos que filmó para François Truffaut, y por supuesto sus tres colaboraciones con Jacques Demy. En cambio, su sociedad con el director André Techiné es percibida como menos memorable pese a que, cuantitativamente, es la más fructífera; y eso es algo que de ningún modo va a cambiar gracias a su octava película juntos, aunque eso no necesariamente justifica que la Berlinale no la haya incluido entre las aspirantes al Oso de Oro. Incluso en el peor de los casos, no desentona con el tono gris marengo mostrado por la competición hasta ahora.

Al principio de 'El adiós a la noche', una anciana propietaria de una granja espera la llegada de su nieto, que pasará unos días con ella antes de viajar a Canadá. Eso, al menos, es lo que ella cree: en realidad el chaval ha planeado viajar a Siria para unirse al ISIS. A partir de ahí, entre todos los enfoques que podría haber adoptado para desarrollar esa premisa Techiné opta por el menos interesante; en lugar de ahondar en algo tan inexplicable como la decisión del joven prefiere centrarse en la previsible reacción de la abuela al conocer la verdad. Y con ese fin no solo acaba tratando con un desdén casi grosero al que debería ser su personaje más intrigante, sino que además pone el relato en manos de situaciones imposibles y comportamientos absurdos.

EL RESTO DE LA COMPETICIÓN

Por lo que respecta a las películas a concurso presentadas este martes, lo más llamativo que puede decirse de la primera de ellas es que, incluso después de verla, resulta difícil explicar de qué va. Cuanto alcanzamos a decir de 'Estaba en casa, pero…', de la alemana Angela Schalenec, es que en ella aparecen una viuda neurótica, el accidentado proceso de compraventa de una bicicleta y el último acto de Hamlet representado por unos niños en la escuela. Algunas de las escenas parecen tener fines cómicos, y algunas son meras citas al cine de Robert Bresson. Con unas y otras, eso sí, la única intención de Schelenec parece ser fascinarnos con excentricidad, y eso hace que ella resulte patética y nosotros parezcamos idiotas por el mero hecho de mirar. De hecho, la película empieza y acaba con el plano de un asno que mira hacia algo que podría ser una pantalla. Con eso queda dicho todo.

El otro título a competición de la jornada, 'Pirañas', se basa en una novela de Roberto Saviano, en su día autor de 'Gomorra', y eso probablemente signifique que su retrato de los bajos fondos napolitanos es auténtico; en todo caso, el director Claudio Giovannesi logra que parezca una tediosa colección de clichés. Lo único que sobre el papel la distingue de tantas otras películas de gánsteres es que sus protagonistas son niños de 15 años, aunque lo cierto es que Giovannesi trata todas esas escenas de mocosos que esnifan cocaína y matan gente como si fueran lo más normal del mundo. Y eso no solo lo revela como un irresponsable sino, sobre todo, como un contador de historias miope.