El Centro de Estudios Europa Hispánica (CEEH) ha editado el libro 'El camarín del desengaño. Juan de Espina, coleccionista y curioso del siglo XVII'. La publicación ha sido escrita por el músico e historiador del arte zaragozano Pedro Reula Baquero y ahonda en la singular vida de este enigmático personaje, conocido por disponer de una gran colección de todo tipo de objetos, como libros e instrumentos e incluso manuscritos del mismísimo Leonardo da Vinci.

El libro será presentado esta tarde a las 19.30 en el palacio de Sástago de la Diputación de Zaragoza. En el acto, que se celebrará en el salón del trono, intervendrán el autor, profesor del CIEM Federico Moreno Torroba; Luis Antonio González Marín, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC); y Juan Carlos Lozano López, profesor titular de la Universidad de Zaragoza.

Juan de Espina Velasco (1583-1642), hidalgo madrileño y clérigo de órdenes menores, ha pasado a la historia como protagonista involuntario de dos comedias de magia dieciochescas del dramaturgo José de Cañizares y, ya en el siglo XX, como el enigmático y celoso poseedor de los manuscritos de Leonardo da Vinci que hoy conserva la Biblioteca Nacional de España. Su primera fama, la de nigromante, proviene de las habladurías que ya en vida suscitaron los espectáculos lúdico-científicos de magia natural organizados en su casa, donde con cierta tecnología puso a prueba la credulidad de los asistentes.

Asimismo, como músico teórico quiso restablecer la perfección matemática del perdido género enarmónico, con el que -se decía entonces- los antiguos obraban maravillas sobre la naturaleza y los ánimos de los hombres. Además de los códices de Leonardo, su casa albergaba una exquisita colección de libros, pinturas, piezas de orfebrería y marfil, todos los naturalia y artificialia que tuvieron cabida en lo que en Europa se dio en llamar cámaras de maravillas, y en España se conoció como camarines.

Las fuentes históricas y literarias describen a Juan de Espina como un hombre polifacético en sus aficiones, extravagante por haber reunido los fatales instrumentos del ajusticiamiento de Rodrigo Calderón y loco por querer desprenderse de los tesoros que llegó a acumular. Una lectura a la luz de la doctrina neoestoica aporta cierta coherencia a este personaje aparentemente contradictorio, un curioso o virtuoso que buscaba la sabiduría en el conocimiento de la verdad y la virtud en el desengaño de las apariencias terrenales.